jueves, 20 de diciembre de 2012

¿Qué pasará el 22?

El Dr. P, del que os hablaba hace unos días, escucha con gesto pensativo y semblante preocupado los chistes y bromas que el resto del equipo de guardia contamos entre risas, todos referidos al teórico fin del mundo (O fin de los tiempos, como dicen los ingleses, que aún da más miedito…) “previsto”, dicho sea así, entre comillas, para mañana, viernes 21 de Diciembre de 2012.
 
-¿Qué pasa? – le interpelo, medio en broma, ante su seriedad – No serás de los que creen a pies juntillas que se aproxima el apocalipsis porque alguien, ni siquiera se sabe a ciencia cierta quién, haya interpretado a su manera un calendario maya… ¿O eres de la cuerda del Dr. A…?
 
A la mención del Dr. A, el Dr. P reacciona mirándome con reprobación.
 
-No te rías, Janton. Pronto, el día 22, tendrá problemas graves, de los que no son para reírse. Precisamente ahora, oyéndoos, pensaba en él, y en qué pasará el día 22, con qué cara se presentará aquí, y con qué ánimo aguantará las impertinencias que a buen seguro le dedican…
 
El Dr. A, auténtico gurú de la teoría del fin del mundo, lleva, efectivamente, todo el año con la misma cantinela, explicando a quien quisiera oírle las probables causas del cataclismo, y todos los indicios para él racionales que le llevaban a la absoluta certeza de que realmente ocurriría. Un año mostrándonos en los mapas celestes de la página web de la NASA unas imágenes que solo él parecía ver con claridad, objetos gigantescos acercándose peligrosamente a nuestro planeta, sin importarle que la propia NASA lo desmintiera, que ya se sabe que las agencias federales norteamericanas nunca dicen la verdad… Un año oyendo lo que iba a pasar, según él, y las medidas que iba tomando para librarse de la catástrofe, desde acumular en su casa todo tipo de material de supervivencia, hasta comprar varios terrenos rústicos en sitios estratégicos, todos a pocos kilómetros de Barcelona y uno en cada dirección, oeste, norte y sur (Al este está el mar), y mandar construir en ellos depósitos subterráneos de comida no perecedera, para disponer de avituallamiento al huir de la ciudad, en cualquier dirección que debiera tomar.
 
-Si realmente se acaba el mundo – reflexiono en voz alta – todo dará igual. Pero, si como supongo no pasa nada, ¿Cómo crees tú que reaccionará…?
 
El Dr. P se encoge de hombros, sin dejar su gesto cariacontecido.
 
-Alguien normal, se lo tomaría a broma, se reiría de sí mismo antes que lo hicieran los demás. Pero él no está bien, no está centrado. Me temo que se altere muchísimo. Al fin y al cabo, ha estado preparándose para este día, dedicándole todo el tiempo y todos los recursos, durante más de un año. Es fácil que sufra un brote psicótico…
 
Ahora soy yo el que comparte expresión seria con el Dr. P, porque sé que lo que dice es cierto. No solo veremos qué pasa el día 21, que seguramente no pasará nada, sino también qué pasa el día 22 con todos los que se han tomado en serio la profecía apocalíptica…

domingo, 16 de diciembre de 2012

Breve reflexión para una noche de guardia

Supongo que me falta mentalidad empresarial. Supongo que desconozco el límite entre maximizar y rentabilizar recursos y explotar o sobresaturar esos mismos recursos.
 
Lo que no supongo, sino que lo sé con toda certeza, es que hace dos años cada equipo de mi empresa contaba con más personal que hoy, mientras que los servicios que gestionábamos eran menos y, sobre todo, menos complicados que todo el trabajo que ha ido entrando a lo largo de este último año. Y yo me pregunto, porque en fin, soy reflexivo, qué lo vamos a hacer, me pregunto, decía, que si tenemos que realizar más tareas, y más complejas, con menos recursos, como resulta evidente... ¿Es posible, lógico y exigible, como hace la dirección, que trabajemos buscando la excelencia...? Porque yo, a priori, creo que no, que resulta imposible de compatibilizar.
 
Supongo, como ya he dicho, que me falta mentalidad empresarial...

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Una silla en disputa

La Dra. G es una médico joven, competente y enérgica. Gracias a su buen hacer, su fino olfato, su recto criterio, y también a su férreo carácter, en el poco tiempo que lleva en mi empresa se ha hecho un nombre y ganado el general respeto, ascendiendo meteóricamente al rango y categoría de Jefe de Guardia, responsable del servicio de urgencias, lo que en turno de noche, sin la presencia de mandos superiores, equivale a Reina Absoluta.

Pues bien, la Dra. G, esta noche, está indignada, más que eso, tiene un cabreo de tres pares de narices. El motivo de su enfado, y del choteo más o menos evidente del resto de médicos, es la reunión que se celebró a primera hora de la mañana de ayer martes, a la que acudieron todos los Jefes de Guardia y el Triunvirato directivo, a saber, Director Asistencial, Subdirector Asistencial y Supervisora Médica. Sobran en mi empresa problemas pendientes y temas en estudio, pero no son, al parecer, prioritarios, pues de ninguno de ellos se trató en la dichosa reunión. No. El motivo básico y principal de la convocatoria era una silla. Sí, UNA SILLA. No una silla cualquiera, claro, sino concretamente la silla del despacho de la Supervisora Médica, que se viene quejando reiteradamente de que cuando ella no está se la roban, para devolverla luego sucia, con los reglajes de altura e inclinación cambiados, y en fin, que a la señora Supervisora le sienta a parir tener que limpiar y recolocar una y otra vez su silla, antes de poder descansar sus augustas posaderas.

-¡A las nueve de la mañana! - se exclama, airada, la Dra. G – Me convocan a las nueve, sabiendo que salgo a las ocho de una guardia, y que a la noche siguiente vuelvo a venir, y para tratar... ¿De qué? ¡De una p*** silla!

Mientras la Dra. G me expresa tan vehementemente su ira, frustración y descontento, veo como los demás, más o menos disimuladamente, se mofan tanto de su monumental cabreo como de la supina estupidez de la Supervisora Médica. Y pienso en las reuniones semanales de Mandos Intermedios, en las que los Jefes de Equipo (Del personal no sanitario) nos reunimos con nuestras propias Supervisoras. Pienso en las cuestiones absurdas que invariable e inexplicablemente consumen más tiempo, energía y recursos que todos los problemas pendientes, numerosos y en general complejos, que nos acucian.

Cuando por fin la Dra. G se relaja, ya desahogada después de soltar todos los sapos y culebras del mundo por su boca, y dedicada, además, a gestionar el traslado interhospitalario de un paciente especialmente picado que nos solicita cierta clínica privada, Celio, el cínico Celio, la última (e inesperada) incorporación a mi equipo, tiene, como siempre, que decir la última palabra.

-Cualquiera diría – afirma, sentencioso – que en esta empresa no hay dificultades y trabajamos en medio de un bienestar angélico, si el único problema que tenemos es el uso y abuso de una silla...

martes, 11 de diciembre de 2012

Ser feliz con poco

Me hace gracia cuando oigo en televisión que con la crisis la gente ha renunciado a salir o viajar. Digo que me hace gracia a nivel puramente personal, que ya sé que quien se ha visto obligado a reducir su tren de vida se mostrará muy poco propenso a encontrar graciosa su situación. Me hace gracia porque yo no he tenido (al menos de momento) que renunciar a nada de lo que hacía. No soy inmune a los efectos de la crisis, pero de siempre, de antes del inicio de este embrollo socio-económico-financiero, he tenido ambiciones modestas y me he complacido en placeres caseros.

A título de ejemplo, el puente de la semana pasada, ese puente que para tantos ha sido acueducto, aunque no para Elma y para mí, no solo no hemos viajado, sino que apenas hemos salido de casa, dedicados a montar una marquesina en el patio, y a realizar trabajos de bricolage. De hecho, a lo largo del fin de semana, apenas hemos pisado la calle. Y tan felices. Con tiempo de disfrutar de nuestra mutua compañía, algo fuera de nuestro alcance con la vorágine del día a día, y haciendo juntos algo útil, no he echado de menos ninguna otra actividad lúdica.

Ojo, ni soy un ermitaño ni estoy diciendo que no se deba viajar ni salir, que tiene que haber de todo, y también debemos dar de comer al sector hostelero y turístico, que es el único que equilibra con sus ganancias las pérdidas de los sectores industriales. Solo digo que, con poco, se puede ser feliz. Que no hace falta ir a las antípodas ni realizar actividades exóticas (y caras) para disfrutar al lado de quien uno quiere, y sentirse bien y a gusto con uno mismo. Que quizás habría que pensar en volver a los orígenes, a un mundo y un ocio más sencillo y más de andar por casa, sin aspirar como ahora es habitual a grandes presupuestos que malgastar en fuegos fatuos.

O tal vez me equivoque, y solo es que me he vuelto más hogareño que la mayoría...

sábado, 8 de diciembre de 2012

Naranjas de la China

Siempre la llamábamos “La China” debido a sus evidentes rasgos asiáticos, aunque sabíamos su nombre, Jenny, y sabíamos, también, que no era china, sino panameña, lo que hoy en día, con la comunidad china en España creciendo exponencialmente, es aún más exótico.
 
Tenía algo, no sé bien el qué, una chispa, una gracia, ese duende de que hablan los andaluces, vaya Ud. a saber, pero siempre conseguía que los clientes salieran sonriendo de la tienda. Tenía, eso está claro, ese savoir faire que distingue a los buenos comerciales, y que hace que con cuatro palabras con las que aparentemente no han dicho nada, te convenzan de comprar. Por eso la frutería de Jenny, La China, siempre estaba llena, a pesar de que, seamos sinceros, ni por precio ni por calidad del producto era el mejor establecimiento del barrio.
 
Hace dos semanas que Jenny, La China, ya no nos pregunta cómo nos va, ni nos explica alguna anécdota de sus hijos, aún pequeños, ni nos recomienda uno u otro producto especialmente fresco o especialmente rebajado. Hace dos semanas que a Jenny, La China, la han trasladado a otra tienda de la misma franquicia, al menos eso nos han dicho, y poco a poco su ausencia  se deja sentir. La tienda ya no está tan llena, y las risas han desaparecido. La gente que acude, en menor cantidad que antes, mira, compra, paga y sale sin decir esta boca es mía, algo que era impensable, madre mía, Jenny, La China, tenía palique para todos, y daba conversación a todo el que entraba…
 
Todos nos enganchamos a pequeñas cosas que nos hacen sentir cómodos, buscando el calor de un ambiente, unos lugares y personas, que sintamos como nuestros, nuestra madriguera. Resultan sorprendentes, y a veces increíbles, los elementos que forman parte de ese refugio mental que construimos en nuestro derredor. Ya no es solo nuestra casa, nuestra pareja, nuestra familia y amigos, lo que llamaríamos el entorno privado, son todos los lugares que recorremos cotidianamente, ese autobús en el que viajamos cada día, conducido por un chófer al que ya saludamos por el nombre, ese edificio de oficinas donde desarrollamos nuestra vida profesional y del que conocemos hasta el último rincón, ese vendedor de la ONCE que día tras día a la misma hora, al volver a casa, encontramos aposentado en una esquina, su esquina, ofreciendo a voces los números para el próximo sortero, y cuya monótona cantinela nos hace sentir bien, porque nos indica que ya estamos muy cerca de casa. Pues bien, Jenny, La China, había pasado en el último año a formar parte del paisaje cotidiano de la madriguera donde vivimos Elma y yo, se había convertido en personaje secundario, pero fijo, de nuestra vida.
 
Ahora que ya no está, no es que nos sintamos desasosegados, que tampoco es eso, pero sí es cierto que comprar fruta ya no es lo mismo, aunque de hecho la tienda sigue siendo de la misma cadena y ofreciendo el mismo producto, y aunque los dos chicos que la han sustituido se esfuercen por agradar a la clientela. No, no es lo mismo, ya no mola nada comprar fruta. Sé que es algo puramente psicológico, pero no se me ocurriría desdeñar el poder de la mente… Esta noche Elma, comiendo el gajo de una naranja,  ha puesto una cara rara.”¿Qué pasa?” le he preguntado. Y ella, molesta, me ha respondido “Estas naranjas… Demasiado dulzonas. Bah, no valen nada, desde que no está Jenny…” Me he sonreído. Que nos la venda Jenny, La China, o Perico el de los Palotes nada aporta a la calidad de la naranja que compramos, pero que nos sintamos dentro o fuera del refugio, próximos o ajenos a quien vende las naranjas, eso sí cambia y mucho nuestra percepción de las cosas. Somos como niños perdidos buscando cobijo porque afuera, en la sociedad, hace mucho frío, ruge la tormenta, y nos da miedo lo que no conocemos. Las naranjas saben peor si las vende otro…Ya me veo, carrito de la compra en ristre, recorrer media Barcelona hasta la tienda donde ahora trabaja Jenny, La China.
 
El cuadro que ilustra este artículo, “The fruit vender”, obra de Dominique Amendola.

jueves, 6 de diciembre de 2012

Fricciones

El Departamento de Recursos Humanos de mi empresa cambió este año la metodología de gestión de planning. Hasta el año pasado, en el turno de Noche seguíamos estrictamente nuestro calendario, excepto las cuatro noches consideradas “especiales”, a saber, las noches del 24, 25 y 31 de Diciembre, y la del 05 de Enero. Las demás noches festivas del año se hacían según cayeran, y en su caso se compensaban los festivos de más que hicíera un equipo con respecto a su equipo espejo pagándolas como extras. Este año, Recursos Humanos decidió que los “puentes largos” se repartieran entre los equipos, de modo que uno hiciera Semana Santa completa, y otro el puente de Diciembre, el que empieza este jueves día 06, también completo. Nuestro equipo espejo disfrutó de la Semana Santa, y ahora nos toca a nosotros disfrutar de este puente.

En la empresa de Elma, lógicamente, también se reparten los puentes. En su caso es más sencillo, porque solo debe ponerse de acuerdo con su compi, Lena, y no suelen tener problemas. Sabiendo que yo tendría fiesta este puente de Diciembre, Elma dejó que Lena hiciera puente antes, reservándose éste para pasarlo conmigo, estar juntos, y si fuera posible adelantar alguna tareas de las que tenemos pendientes por falta de tiempo. No es que tuviéramos, como veis, grandes planes para el puente, pero era NUESTRO puente.

El cabrón de Murphy (Los que me leéis hace tiempo sabéis que soy un creyente convencido de la Ley de Murphy) ha hecho que la cosa de tuerza. El pasado martes, Lena, la compañera de Elma, se lesionó en un accidente estúpido volviendo a casa, uno de esos famosos accidentes “in itinere” que quedan cubiertos por la mutua laboral. Tiene un pie hecho polvo, debe llevar muletas, y le han dado la baja médica al menos por dos semanas. Resultado, Elma va a trabajar el viernes, día 07, que en principio no le tocaba, para que no quede desatendido el servicio. Y a tomar viento nuestro puente.

Comprendo los motivos que llevan a Elma a renunciar a su derecho (Porque es SU derecho) en beneficio de la empresa. Su jefe, Gran Pau, siempre se ha portado bien con ella y en general con todos sus empleados, y no ha dudado en forzar las cosas a favor del personal cuando ha hecho falta. Elma gusta de pagar los favores que debe, y no es algo que me disguste. Si ella mantuviera su día de fiesta, lo que, insisto, sería su derecho, el viernes tendría que asumir su trabajo alguien sin idea ni preparación para desempeñarlo, pues sus tareas solo las realizan ella y Lena. Es comprensible que Elma no quiera hacer pasar ese mal trago a nadie, ni poner en peligro el servicio, y por ende su puesto de trabajo, por posibles errores de gestión. Comprensible, pero irritante.

Y es que una vez más se demuestra que el mundo está hecho a la medida de los incumplidores y los irresponsables. Más de uno y más de cuatro se irían de puente sin pensar ni cinco segundos en lo que dejaban atrás, sin preocuparse lo más mínimo de conservar y mantener lo que les da de comer. Que la empresa se apañe sola, pensarían, que yo ya me preocuparé el lunes. Hasta entonces, nada. Elma no es así, prefiere ayudar a que la empresa no se hunda, que ya bastante mal está el mercado, antes que aferrarse a un derecho que si acabara quedándose en el paro de nada le serviría tampoco.

Hemos discutido por esto, Elma y yo, no porque no comprenda lo que hace y por qué lo hace, que como ya os he dicho lo comprendo perfectamente (Y yo soy también lo bastante idiota como para hacerlo, si estuviera en su caso), sino porque me fastidia, y mucho, constatar que los responsables siempre acaban responsabilizándose, además de su actividad, de lo que hacen los irresponsables. Oiga, si Ud. tiene una empresa con un área que solo conocen dos personas, preocúpese de prever que es posible que un día necesite que alguien más pueda hacerse cargo de ese área, pues basta que coincidan, como ha pasado ahora, una baja médica con unas vacaciones, para que todo se vaya al garete. Reconozco haber expresado estas ideas en mal tono, porque me ha molestado bastante tener que renunciar al puente juntos cuando ya tenía la miel en los labios, y Elma, ofendida, no se ha quedado callada tampoco.

La cosa, finalmente, se ha arreglado, Elma y yo nunca estamos demasiado tiempo peleados. Pero manda huevos que el exceso de responsabilidad, encima de hacernos trabajar más, nos acabe provocando problemas conyugales... Como he dicho, cada día tengo más claro que el mundo es de los irresponsables...

martes, 4 de diciembre de 2012

Concentración bancaria

Esta mañana he ido a hacer unas gestiones a mi oficina de la antes denominada Caixa Advocats (Caja de Abogados ) sita en la calle Roger de Llúria de Barcelona. Abrí esa cuenta hace muchos años, cuando me colegié como ejerciente en el Ilustre Colegio de Abogados de Barcelona (Qué tiempos aquellos...) La entidad era entonces, desde su fundación bastantes años atrás, una Caja de Ahorros constituída formalmente como Cooperativa de Crédito vinculada al Colegio de Abogados y que daba servicio preferente a ese colectivo profesional. Como es habitual, no había gastos ni comisiones de ningún tipo, y se ofrecían servicios específicamente pensados para el colectivo al que se dirigían: Créditos a interés cero para jóvenes abogados que financiaban los gastos de colegiación, créditos a muy bajo interés para crear, ampliar o reformar despachos profesionales, becas para prácticas jurídicas o estudios de especialización... Una entidad en suma volcada en servir al colectivo de abogados que la había creado.
 
Hace tres años, no sin polémica, la Junta de Gobierno del Colegio de Abogados decidió vender Caixa Advocats a la Caja Rural de Huesca y los Pirineos, convirtiéndose en una caja de ahorros normal y corriente, bajo la denominación comercial de MultiCaja.
 
Este mismo año, apenas hace unos meses, la Caja Rural de Huesca y los Pirineos se fusionó a su vez con otras cajas rurales aragonesas, formando la Nueva Caja Rural de Aragón, bajo la denominación comercial de Bantierra. Cada cambio de denominación de la entidad ha significado cambiar a su vez la numeración de la cuenta bancaria, así que os imaginaréis los quebraderos de cabeza para los que teníamos recibos domiciliados en ella.
 
Todo esto viene a que hoy, al actualizar la libreta tras realizar las gestiones, se acabó mi vieja libreta, que aún era la azul de Caixa Advocats, y el empleado la sustituyó por una verde claro de Bantierra. Nuevísima, reluciente... Pero que no era la mía. No sé cómo explicarlo, había una razón para que yo tuviera una cuenta de Caixa Advocats, pero de Bantierra... No, no siento esa entidad ni ese nombre como algo de lo que yo forme parte. Nunca llegué, ahora que lo pienso, a tener libreta de MultiCaja, que si no me equivoco era verde y azul oscuro. Otra denominación que me es totalmente ajena.
 
En tres años, tres nombres y tres números para una misma cuenta bancaria. Teniendo en cuenta que el proceso de concentración auspiciado por el gobierno a través del FROB no ha concluído todavía, a lo mejor aún el año que viene (si llegamos) recibo otra notificación de cambio de nombre y número de mi maltrecha cuenta. Menos mal que la mantengo como residual y ya apenas la uso...
 
Lo que explico en este artículo es una anécdota intrascendente, lo sé, si no fuera porque sirve de ejemplo del ambiente de confusión e inestabilidad que reina desde hace tiempo en la banca española. Ni se sabe ni se puede estar seguro de que la entidad a la que has confiado tus ahorros siga siendo la misma el año entrante... Ahora, ellos, la gran banca de inversiones, ellos sí que nos piden confianza a los usuarios. Confianza ciega matizaría yo... Pues esa confianza, señores, hay que generarla, no es una concesión graciosa de la sociedad, hay que aparentar al menos ser solvente y estable para que la gente confíe, y sus vaivenes empresariales no ayudan precisamente...

lunes, 3 de diciembre de 2012

Sinsentidos

Hay veces, aún ahora, en estos tiempos que corren, en este tumulto que nos ha tocado vivir, en que el mundo entero parece un todo ordenado. Pocas, cada vez menos. Pero aún a veces lo parece. Como cuando, a las seis en punto de la tarde, se encienden automáticamente las luces de la decoración navideña suspendidas sobre la calzada central de la Gran Vía. Si no he cerrado antes la persiana (Normalmente, no. Me gusta ver caer la tarde, aunque esté atareado de aquí para allá), en ese minuto exacto, las seis en punto de la tarde, ya noche cerrada, mi salón se inunda de irisaciones azules y plateadas, como si estuviera a punto de visitarme el fantasma de las navidades pasadas. Entonces, en ese momento, todo parece tener sentido. O cuando después de cenar, tarde ya, vuelvo de la cocina, donde he llevado la bandeja con los platos y vasos usados, y me encuentro a Elma dormida en el sofá, envuelta en la manta granate con filigranas de hilo dorado (Que no de oro) que tanto le gusta. Y me siento en el rinconcito que me deja libre, y me quedo mirándola, porque no me cansaría nunca de mirarla, y sí, en ese momento, todo parece, también, tener sentido.
 
La plácida sensación, sin embargo, dura poco. De pronto el ministro Montoro dice que la amnistía fiscal a los grandes defraudadores de los últimos diez años "valió la pena", aunque las cifras le desmientan, pues no se ha recaudado ni la tercera parte de lo que se esperaba. Y el presidente Mursi de Egipto afirma con cara dura que conservará los poderes extraordinarios que él mismo se otorgó por decreto, y que en la práctica le convierten en dictador, para "defender la democracia". Olé. Y qué decir cuando leo que en Michigan una vieja ley nunca derogada, y por tanto vigente, aunque ya no se aplique en la práctica por los tribunales, obliga a las mujeres casadas a pedir permiso expreso a sus maridos para poder cortarse el pelo. O que en el Líbano es legal practicar sexo con animales, siempre que sean animales hembras. Practicar sexo con machos, en cambio, está penado con la muerte. Oigo y leo cosas como esa, y me doy cuenta que el mundo en realidad es un totum revolutum inconsistente y absurdo. Y no, no tiene sentido alguno...

viernes, 30 de noviembre de 2012

Paradojas de la vida

Desde el Departamento de Recursos Humanos de mi empresa se me apremia a que pida, de manera inmediata, los días personales que me restan por pedir este año. Se me insinúa en el mensaje que es mi culpa no haberlos pedido antes, y mi responsabilidad por tanto que se vaya al traste el dimensionamiento del equipo, al tener por narices que concentrarlos entre diciembre y enero, cuando si los hubiera solicitado a tiempo hubiera sido todo más fácil. Tal vez lo hubiera sido, pero lo que ha pasado no es mi culpa, ni tan siquiera fruto de mi voluntad, no he pedido ni disfrutado hasta ahora esos días porque el dimensionamiento del equipo ha estado todo el año bajo mínimos, y no había margen para que uno o varios de sus miembros disfrutáramos de los días personales que nos pertocaban sin que todo se hundiera. Renunciamos pues a ellos, aunque fueran nuestro derecho. El propio Departamento de Recursos Humanos nos presionó para postergar la solicitud, como ahora nos presiona para presentarla de inmediato. Primera paradoja.
 
Pido pues esos días, atendiendo a las necesidades de la empresa, que conozco bien tras ocho años trabajando en ella. No lo hago por altruismo ni porque me haya poseído un extraño espíritu corporativo, sino por mi propio interés: Mientras más ajuste mis demandas a las necesidades empresariales, más fácil será que me concedan mis peticiones sin rechistar. Pues bien, al cabo de dos días recibo la respuesta. Me han concedido todos los días que había solicitado, menos uno. Solo que ese día denegado era el único que realmente quería para hacer algo concreto, el único día para el que tenía planes. Los demás los he pedido por pedir, porque tengo derecho a ellos y no renuncio a mis derechos. En suma, se me ha concedido lo que me es indiferente, y se me ha denegado lo que de verdad quería y necesitaba. Segunda paradoja. Y las que me quedan por ver...

miércoles, 28 de noviembre de 2012

Los meses de silencio


Pues sí, como algunos de vosotros, fieles lectores (Muchísimo más fieles de lo que nunca pude llegar a imaginar), habéis descubierto ya, ayer martes volví a escribir en este blog, después de meses de inactividad.

Han sido meses de plomo, más que de oro. Meses en los que he visto a varios compañeros perder su empleo, o empeorar notablemente sus condiciones laborales. Meses en los que he vivido en mi entorno más íntimo y cercano varias rupturas sentimentales, todas teñidas de amargura y dolor. Meses, en suma, en los que lo malo ha abundado más y mucho más intensamente que lo bueno.

No ha sido eso, sin embargo, lo que me ha impedido escribir, aunque ha influido, porque es cierto que no quería convertir este espacio en una especie de memorial de agravios en que simplemente me desahogara contando penas sin número, un “blog protesta” plagado de desgracias y negatividad. El no tener nada bueno, alegre o positivo que explicar me tiraba para atrás cada vez que pensaba en retomar mi actividad como blogger, al menos para dar señales de vida, sí, pero lo que de verdad me impedía escribir una sola palabra cada vez que me sentaba frente al ordenador y abría el escritorio de mi blog, cada vez que clicaba “nueva entrada” para acabar clicando “cancelar” al cabo de pocos minutos, era un cierto hastío de mostrar mis vergüenzas en público (las mentales, que son muchos peores de mostrar que las físicas), un cansancio de publicar nuevas entradas después de hacerlo casi a diario, ininterrumpidamente, durante más de un año consecutivo. Cansancio de la blogosfera en general, incluso de leer y comentar, hasta el punto que desde mayo hasta después de verano apenas entré en ningún blog ni leí ninguna entrada. Era como si necesitara desintoxicarme.

Ahora el hastío que siento es el de no escribir hace tanto tiempo, el de no leeros ni saber de vosotros ni compartir penas y alegrías (últimamente, ya os lo he dicho, muchas más penas, por desgracia) con tantos y tan buenos amigos, aunque sean virtuales, como aquí he hallado. He vuelto, pues, y decidido a quedarme. No son las mejores circunstancias personales ni generales. La última bofetada que la vida, el destino o la providencia, elegid la expresión más acorde a vuestras ideas, ha soltado en mi entorno, la ha recibido un primo de Elma, con el que siempre nos hemos llevado bien, a principios de este mismo mes de noviembre que ya agoniza: El día uno, perdió su empleo, y apenas una semana después le detectaron a su mujer un cáncer de mama. Difícil situación para hacerle frente. Pocas expectativas de que un hombre ya entrado en la cuarentena halle empleo, con una hija aún pequeña que mantener, y sin que su esposa pueda apoyarle en estos momentos en que ella misma necesita más apoyo que nadie, por no hablar de las estrecheces económicas que les aguardan en su futuro inmediato. No son las mejores circunstancias para superar este trance... Pero la vida sigue, la rueda de la fortuna no deja de girar, y mientras hay vida hay esperanza, eso pienso yo al menos.

He vuelto. Prometo seguir escribiendo. Os reitero las gracias por vuestra preocupación y fidelidad. El punto y aparte ha sido de tal intensidad que he decidido cambiar de nickname, aparcar el Jan Berg con el que era conocido y volver a ser Janton, nick con el que me siento mucho más identificado. Como en mi primer blog, cuando me ilusionaba escribir y compartir ideas  y experiencias. Asimismo, he aprovechado el fail del anterior contador de visitas para establecer nuevo contador, y empezarlo desde cero, porque, sin borrar nada, es un nuevo comienzo. Así puedo decir, tras tanto tiempo, ¡Nos leemos...!

martes, 27 de noviembre de 2012

¿Y ahora qué?

Bien, ya está, al fin ha finalizado el proceso electoral que ha tenido paralizado el país entero durante los últimos meses. ¿Y ahora qué?

Siguiendo la dinámina, para mí perversa, de medias verdades y mentiras completas que pueblan la política profesional, quienes han perdido claramente las elecciones, a pesar de haberlas ganado, una de esas curiosas paradojas que hace la política, siguen empeñados en que la convocatoria electoral ha sido correcta y productiva, cuando no ha hecho sino paralizar durante demasiado tiempo la acción de gobierno y dejar un turbio panorama, una situación mucho más compleja y enmarañada que antes de la cita electoral.

Considero que el gran derrotado es Artur Mas. Él órdago en toda regla que lanzó al estado español, y en general a la ciudadanía, solicitando un apoyo masivo de los electores a su proyecto y a su persona que le permitiera ir más allá de la mayoría absoluta, rebasándola y erigiéndose en líder casi mesiánico de los catalanes, ha demostrado finalmente ser un farol, una impostura. Lejos de lograr lo que pretendía, su grupo pierde doce diputados, y tendrán que lograr pactos y acuerdos con otras formaciones para gobernar y sacar adelante los proyectos legislativos (Empezando por los ya urgentes presupuestos, que en acabando Noviembre aún no se han elaborado los del año que viene) necesarios para gobernar en los meses venideros. A pesar de que el Sr. Mas ha tratado de minimizar y relativizar lo ocurrido, es un varapalo en toda regla a su gestión.


Lo que a mí personalmente me preocupa más es que tal como está formado el nuevo parlamento autonómico creo casi imposible que se puedan llegar a acuerdos duraderos de gobierno, con lo que ya me veo dentro de pocos meses abriendo un nuevo proceso electoral, costoso e improductivo. Matemáticamente, CiU solo puede pactar con tres grupos para obtener mayoría de gobierno: PSC, PP y ERC. Creo muy improbable un pacto con PP o con PSC, que quieren mantener el status quo de Catalunya dentro del estado español, frente a la deriva soberanista de CiU, una diferencia programática e ideológica que provoca un abismo muy difícil de salvar. Queda la opción de ERC, con la que existe el punto en común de organizar un referéndum para la autodeterminación y en su caso la creación de un nuevo estado catalán separado de España. Sin embargo, aunque muchas voces vaticinan que esa será la opción de gobierno, y por más que ambos compartan el anhelo independentista, no hay que olvidar que, más allá de temas identitarios, CiU es un partido de derechas (en algunos aspectos MUY de derechas), y ERC es de izquierdas (en algunos aspectos MUY de izquierdas), y no los veo, en estos meses que vendrán, que ya se sabe que serán tan duros en lo económico como han sido los meses pasados, no los veo, decía, compartiendo decisiones sobre recortes, control presupuestario y disminución del déficit. Sus posturas sobre la economía y la gestión de la crisis, sobre estos temas que conforman el día a día de la actuación del ejecutivo, son totalmente opuestas, y eso, más allá de himnos y banderas, me temo que hará imposible el establecimiento de un pacto sólido de legislatura.


El tema es que, si CiU no logra acordar con nadie el apoyo necesario para obtener una mayoría legislativa cómoda, el país de volverá ingobernable, ya que no conseguirá sacar adelante ni un solo proyecto de ley, y mucho menos unos presupuestos para el 2013 que serán, a todas luces, muy restrictivos. Insisto, me veo en pocos meses viviendo de nuevo un proceso electoral. Eso sería económicamente desastroso, y ampliaría, me temo, la ya evidente fractura social que empieza a haber entre separatistas y unionistas. Ojalá alguien encuentre una fórmula de acuerdo para evitarlo. Ojalá.

viernes, 27 de abril de 2012

De mi (querida) madre

Como cada año por estas fechas, mi madre se prepara para abandonar Barcelona hasta el invierno, deseosa ya de instalarse en la casa solariega de la familia, ubicada en una pequeña pedanía leonesa, una frondosa vega arbolada regada por el Esla, el río que los romanos llamaron Astura, y que da nombre a una amplia porción de tierras y a quienes las habitan.

Desde que mi madre asentó sus cuarteles de invierno en la Ciudad Condal, a finales de noviembre, han sido numerosas las ocasiones en que he intentado que nuestra relación, bastante deteriorada desde el inicio de mi convivencia con Elma, se normalizara los más posible, aprovechando para tratar de restablecer una buena sintonía todas las ocasiones que se iban sucediendo, ya fueran las fiestas navideñas, el cumpleaños de mi tía Társila, el de Elma, la Semana Santa, o, finalmente, el cumpleaños de mi madre. Resultado: Nada. Todos los intentos se han contado por derrotas. Ha estado, a veces, tan cerca... Ha parecido, a veces, tan evidente que lo lograríamos, que acabaría bien, que todo nos parecería una broma macabra... Pero no ha sido así, al final. Mi madre se irá tan encastillada en su postura, en su rechazo, como cuando llegó.

Ayer por la tarde fui a ver a mi madre, aunque en realidad la visita era más bien a mi tía Társila, quien menos culpa tiene de esta absurda situación, ya que ella, aunque tampoco le guste mi relación con Elma, siempre nos ha admitido a los dos en su casa y nos ha tratado con esa normalidad que mi madre, tercamente, nos niega. Ayer por la tarde, en esa visita, quemé el último cartucho que me quedaba. Habíamos pensado ir a comer juntos este fin de semana, Elma y yo con mi madre y mi tía Társila, para celebrar el reciente cumpleaños de mi madre, y su despedida de Barcelona hasta el invierno. Mi madre regresó de El Ferrol, donde pasó la semana santa junto a su gurú particular, mucho más receptiva, aparentemente cambiada, y pensé que tendría una oportunidad de desfacer el entuerto, aunque fuera al final de estos meses de lucha y decepción. Por una vez, parecía dispuesta.

Por eso, seguramente, el palo ha sido mucho mayor, por haberlo tenido tan aparentemente cerca, rozarlo con los dedos... Porque al final no será, desgraciadamente, no habrá acercamiento. Lo hablamos en casa de mi tía, vi que no había nada que hacer, y me encabroné, mordiéndome la lengua para no decir nada de lo que me arrepintiera después, y adelantando mi marcha. Entonces, cuando ya me despedía, mi madre, excusándose en ir a buscar un libro que tenía encargado en la librería de las Paulinas en Ronda Sant Pere, me acompañó un trecho del camino. Era evidente que quería hablar conmigo sin que nos oyera su hermana, así que acepté. En el breve periplo hasta llegar a Plaza Urquinaona, trató de justificar, una vez más, las razones de su negativa. Me fui enfadando poco a poco, escuchándola en silencio mientras caminábamos. Ya a la puerta de la librería, cansado de chorradas, le dije lo que llevaba mucho tiempo pensando, las cosas que había evitado decir los pasados meses. Seguro que ella esperaba mi reacción. No contestó ni contraargumentó, limitándose a asentir, y decirme, cuando me callé, ya desahogado, que lo sentía, pero aún no estaba preparada para eso. “Si no lo estás ahora, no creo que lo estés nunca”, respondí. Ella, simplemente, se encogió de hombros.

Elma dice lo que ya me dijo después de nuestra primera batalla perdida, justo antes de Navidad. Más tranquilos estaremos, nosotros solos, organizándonos a nuestro gusto el fin de semana, que no comiendo con ellas, palpándose como sin duda se palparía la tensión en el ambiente. Sí, es cierto. Pero no dejo de pensar en lo fácil que podría ser todo, en lo absolutamente normal que sería, solo con que mi madre cediera un ápice en su inflexible postura...

La imagen que ilustra el artículo, un chiste gráfico sobre suegras, muy al caso de lo que he escrito.

jueves, 26 de abril de 2012

Mala gestión: Dos ejemplos


De un tiempo a esta parte, abundan en mi empresa, por desgracia, los casos claros de mala gestión. A modo de ejemplo, elijo para compartir con vosotros, queridos lectores anónimos, dos que me han tocado mucho las narices (por no decir otras partes blandas) en los últimos días.

Ejemplo 1: En determinado momento de una tarde cualquiera, se produce una incidencia en el cuadro eléctrico de la empresa, y durante unos minutos, por falta de corriente, caen los sistemas técnicos e informáticos. La Coordinadora llama al servicio técnico de guardia,y, siguiendo sus indicaciones, resuelve el problema. La penosa instalación eléctrica de nuestro local hace que algo parecido pase cada pocos días. Pues bien, al día siguiente leo con indignación varios correos electrónicos que la felicitan por su “rápida y decidida” intervención. Es la primera vez en siete años que se felicita a un empleado a título individual, como si hubiera hecho algo extraordinario. Me parece muy injusto y hasta ofensivo para todos los que hemos pasado por similares experiencias, para los que hemos tenido que lidiar con caídas de sistemas, apagones eléctricos, disfunciones varias, y lo hemos resuelto como mejor hemos podido y sabido, sin apoyo de nadie. En cierta ocasión, reinicié el servidor a ciegas, con la pantalla en negro, contando tabuladores hasta coincidir con un esquema dibujado en un papel. No quise ni quiero que me feliciten, me sobra, esas palabras me parecen, en general, hipócritas y vacías, pero al menos que no se me minusvalore felicitando públicamente a alguien por hacer menos de lo que yo hice en el pasado...

Ejemplo 2: Llevamos un año esperando que una de nuestras empresas clientes lance al mercado un nuevo producto del que nos encargaremos de los servicios médicos y técnicos. Hicimos la formación, lo recuerdo bien, a principios del pasado Junio. El producto iba a ser lanzado en Septiembre, luego lo retrasaron a Diciembre, después a Marzo... Pues bien, el producto está en el mercado desde el pasado lunes. ¿Cuando nos los comunicaron? El mismo lunes, no hace falta más. Todo un año esperando para que al final ni nos avisen, para que atendamos las primeras llamadas de la nueva línea con la intuición y el desparpajo como únicas herramientas, sin tener ni idea de lo que hablamos...

Ilustrando el artículo, un chiste gráfico de Randy Glasbergen, humorista que refleja, ácidamente, las mezquindades, falsedades, imposturas e incongruencias del mundo laboral.

martes, 24 de abril de 2012

Día de Sant Jordi


Ayer fue un día de Sant Jordi bastante atípico. Habiendo trabajado el domingo por la noche, y siendo la tercera guardia consecutiva, por muy arraigada que esté en mí la tradición del libro y la rosa, que lo está (siempre he pensado que esta fiesta es mucho más popular y participativa que, por ejemplo, la diada del 11 de Septiembre), como que no me iba a quedar sin dormir por curiosear paseando entre puestos de libros y rosas desplegados por las calles de Barcelona, según la costumbre. Esperé, eso sí, a que abrieran una floristería próxima a mi casa, para comprarle a Elma la rosa más bonita que encontré, y se la dejé, con una nota, en la mesa del comedor, para que la viera a mediodía, que como suele suceder ella ya había salido de casa hacia su trabajo cuando yo llegué desde el mío.

Después, al levantarme, comimos juntos, la acompañé hasta su trabajo, y me puse a ver libros para mi madre. Mi madre, atípica como es en casi todo, prefiere libro a rosa. La flor que se marchita en un par de días lo considera un gasto inútil, mientras que el libro que le compro cada año, cuanto más voluminoso mejor, le dura y le entretiene casi todo el verano, ya que ella lee muy lentamente, unas pocas páginas al día, enseguida se cansa y lo deja. Hace dos años le regalé “El tiempo entre costuras” y el año pasado “Dime quién soy”. Ambos le gustaron mucho. A ver este año “Las tres heridas” de Paloma Sánchez-Garnica…

Para mí pedí a Elma el último de Cristina Fallarás, “Últimos días en Puesto del Este”, y no solo fui a comprarlo, sino que, sabiendo que la autora, sin duda mi escritora favorita, firmaba ejemplares en Sigueleyendo, proyecto a medias entre librería, editorial y marco virtual (Tienen página web de difusión literaria, sigueleyendo.es) para allá que me fui, recorriendo esas calles del Raval que tanto me han gustado siempre, Joaquín Costa, Ferlandina, y ya doblando a la izquierda, la poética calle de la Luna.

Cristina Fallarás, que escribe como los ángeles y piensa como los demonios, que tiene una prosa furiosa, enérgica, comprometida y brillante, me trató, como siempre, con una simpatía y cariño que debo agradecer. Tengo ya todos sus libros autografiados, y debo decir con sinceridad que pocos escritores son tan amables y considerados con su público lector como ella. Gracias, Cristina, te lo digo desde aquí, gracias por tus palabras escritas, y por ser como eres, y por no cambiar pese a las veces que has llevado palos por no ceder en lo que consideras injusto.

Y así acabó el día, tras llevarle, claro, el libro a mi madre, que me obsequió según corresponde con una de sus conocidas meriendas, tan copiosa que ya no quise (ni pude) cenar, habiendo conseguido la firma de la autora que yo quería, y pasando la noche, noche libre al fin, al lado de Elma… Atípico, he dicho al empezar mi artículo, y atípico fue, sí, pero, también, perfecto…

Respecto a las dos fotos que ilustran el artículo: La de más arriba, extraída del archivo de La Vanguardia, las Ramblas ayer a mediodía, a rebosar de gente. La de encima de este párrafo, proveniente del archivo de la agencia EFE, la escritora y periodista Cristina Fallarás, en foto de promoción correspondiente a su anterior y brillante (aunque oscurísima) novela, “Las niñas perdidas”.

domingo, 22 de abril de 2012

Una breve reflexión sobre política anticrisis


“Las medidas político-económicas adoptadas por el gobierno de Rajoy no funcionarán, porque es absolutamente imposible apretarse el cinturón y bajarse los pantalones a la vez...”

La frase la escuché ayer mismo donde se escuchan estas frases, que por supuesto no es en tertulias radiofónicas ni en congresos de presuntos expertos, sino en la barra de un bar.

Y, por supuesto también, tenía que compartirla con vosotros, queridos y anónimos lectores. Es justo lo que pienso, aunque yo nunca me hubiera expresado de manera tan contundente, ni tan graciosa.

El chiste gráfico que ilustra el artículo, obra de Quino, celebrado autor de Mafalda, habla también por sí mismo.

viernes, 20 de abril de 2012

La niña del autobús

La conozco, de vista, hace tiempo, supongo que desde principio de curso, porque no recuerdo haberla visto el año anterior. Nunca me había fijado demasiado en ella, más allá de la natural curiosidad que me provoca el mundo y la gente que me rodea, que soy de natural observador, a veces hasta el descaro. La calculo, así a ojo de buen cubero, unos doce o trece años. Quien parece ser su madre la trae en coche, un enorme todoterreno Toyota, hasta la Plaza Kennedy, y allí la deja, esperando el autobús en la parada origen de la línea 58, sola, vestida siempre con un vistoso uniforme escolar de polo y calcetines color amarillo mostaza y falda por las rodillas, en un llamativo gris muy parecido al “feldgrau” de la uniformidad alemana durante la Segunda Guerra Mundial. Una de tantas niñas uniformadas que se dirigen a sus colegios privados, por la zona alta, a primera hora de la mañana.

Bien, situémonos el pasado miércoles, sobre las ocho y media, que cuando salgo del trabajo a la hora que debería salir no coincido con ella, solo cuando salgo más tarde, casi todos los días. Esta vez, la niña en cuestión ya está en la parada cuando llego yo, y acompañada de una amiga, compañera de colegio, porque viste el mismo uniforme que ella. Hablan animadamente entre ellas, en voz baja, entre sonrisas, sentadas en el escalón de una cafetería que hay justo frente a la parada donde ya espera el largo vehículo articulado próximo a salir. Me pongo lejos, pero una señora con un niño de unos dos años sentado en un carrito, que quiere colocarse de manera que no moleste al tránsito de personas por la acera, hace que me mueva hasta quedar, en pie, justo al lado de las dos escolares.

-Pues sí – está diciendo la amiga de mi compañera de autobús – A Marta la seleccionaron con un solo casting, y no tuvo más que leer una frase y sonreír a la cámara, solo eso. Después, una mañana de rodaje, y ya está, total ha faltado solo dos días, y la han pagado doce mil euros…

La otra niña abre los ojos como platos bajo el flequillo ondulado, castaño rojizo, que le cae graciosamente sobre la cara.

-¡Hala! – exclama - ¡Doce mil euros! Yo por esa pasta me dejaría hacer lo que quisieran…

Su amiga ríe ante la ocurrencia, meneando la cabeza desaprobatoriamente.

-Qué dices, tía, lo que quisieran… Jajaja… Vete tú a saber lo que querrían… Jajajaja

Pero la niña con la que habitualmente coincido en el autobús, contrariamente a lo esperado, la mira con seriedad, y responde solemnemente a las burlas de su amiga.

-Lo que quisieran es lo que quisieran, ya me has oído. Por doce mil euros me compran entera…

La frase me deja estupefacto. Y no solo a mí, que su amiga también la mira cariacontecida, con la sonrisa congelada, ya sin ánimo de burla, en el rostro. Ambas  permanecen en silencio los pocos segundos que tarda el conductor en abrir las puertas y dejarnos subir. Luego, se sientan al principio, y yo al final, así que me quedo sin enterarme de una posible segunda parte de la conversación, pero ya tengo bastante para darle vueltas...

Así que a esa tierna niña de unos trece años, con su uniforme escolar incluido, la puede uno “comprar entera” por doce mil euros. Dicho por ella misma. Es para mear y no echar gota.  Claro está que a su edad no tendrá claro, ni por asomo, las vivencias oscuras y terribles que pueden llegar a implicar, llegado el caso, la expresión que ella ha empleado, comprar entera, pero su disposición a entregarse a lo desconocido por dinero me asombra en una cría tan jovencita, y además de clase alta, es decir, que tampoco está pasando precisamente penurias.

Yo, a su edad, controlaba las pequeñas cantidades que manejaba habitualmente, para comprar chicles, por decir algo, o jugar al futbolín, pero no hubiera podido decir si doce mil euros, o dos millones de pesetas, que habría sido el equivalente de la época, era poco o mucho dinero, o las cosas que se podría comprar con esa cantidad. A los doce o trece años yo estaba aún muy lejos de haber establecido mentalmente las  medidas del dinero, lo que era poco o mucho, suficiente o necesario. Y esta niña, en cambio, ya ha llegado a ponerse precio a sí misma…

¡Oh tempos, oh mores!, que decía el gran Cicerón. Me temo que ya no debe queda nada verdaderamente inocente, puro y limpio en este mundo.


La imagen que ilustra el artículo, dos escolares inglesas que he “tomado prestadas” de cierta página rusa repleta de fotos de niñas en uniforme escolar, no quiero saber con qué intención.

martes, 17 de abril de 2012

De encuentros y nostalgias

Los dos íbamos con prisa. Es curioso que estas cosas siempre suelen pasar cuando vas con prisa. Yo salía, deprisa, de la tienda donde trabaja Elma. La había acompañado tras comer juntos y tomar café en ese Bracafé del chaflán de Rosselló que lleva un año con el letrero de Se Traspasa a la puerta. Él bajaba, a buen paso, calle Padilla abajo. Sin embargo, a pesar de nuestras prisas, nos reconocimos en el acto, y nos detuvimos en seco uno al lado del otro.

J..., mi compañero de estudios, el legendario J... de los buenos tiempos de la Facultad de Derecho. Nos saludamos, alegres por el encuentro, y charlamos brevemente, sin demasiado tiempo para nada, pero sin querer renunciar a ese momento, apenas un breve instante, de darnos las mutuas novedades y hurgar algo en nuestros recuerdos compartidos. Después, demasiado pronto, como siempre, nos despedimos y cada uno siguió su camino, pero yo ya llevaba la sonrisa pintada en la cara.

Caminaba Avenida Gaudí abajo, buscando la boca del metro, con la mente inundada de imágenes de aquellos tiempos. Buenos recuerdos todos, los malos los aparqué hace ya mucho. Las tardes al sol, sentados en el césped, en esa especie de pradera irregular donde unos años más tarde se edificaría el Aulario Tomás y Valiente, de modo que la experiencia se ha tornado irrepetible. Y aquellas mañanas en que completábamos el tour alcohólico por la Zona Universitaria de la Diagonal, recorriendo los bares de Escuelas y Facultades, principiando en el bar pequeño de Derecho, para seguir por Económicas, Empresariales, Ingeniería Industrial, Biología, los Colegios Mayores San Raimundo de Peñafort y Nuestra Señora de Montserrat, y regresando, ya a mediodía, algunas horas y muchas copas después, al bar grande de Derecho. Qué tiempos. Y cuanta gente a la que he perdido la pista... Pero mejor no pensar en ellos, no dejarme arrastrar por la enfermiza nostalgia. De mis años universitarios saco un balance positivo. Fue una buena etapa. Me alegro de haberla experimentado, de haberla exprimido lo que pude. Tal como me temía entonces, no he vuelto a tener otra época semejante, de tanta alegría, tan pura e ilusionada inocencia... Y me alegro de este encuentro fortuito que me ha reverdecido los viejos y ya algo marchitos recuerdos. Trabajo, esta noche, pero dentro de pocas horas, cuando me acueste, ya con el sol en lo alto, soñaré con la Facultad...

El cuadro que ilustra el artículo se titula El Encuentro, y es obra de Raquel Forner.

domingo, 15 de abril de 2012

Visitando el viejo barrio

El sábado por la mañana Elma y yo hicimos una visita a su viejo barrio, Santa Eulalia, donde vivió casi desde que llegó de Galicia hasta que iniciamos nuestra convivencia el verano pasado. Hacía, qué se yo, tal vez cuatro meses que no íbamos por allí, pero, aprovechando que su hijo, Cornelio, nos dio la oportunidad de llevarnos algunas cosas de su antiguo piso, donde él vive ahora, antes de que las tirara, sustituidas por funcionales (aunque horribles) muebles de Ikea, aprovechamos para echar un vistazo, al piso en particular, y al barrio en general.

El piso… Como es lógico, Cornelio ha cambiado todas las cosas que durante años quiso cambiar sin que su madre le dejara, eso Elma ya lo tenía asumido, y realmente le gusta que él se haya responsabilizado no solo de redecorar, sino también de limpiar y organizar, cosas que viviendo ella allí no hacía en absoluto. Cornelio ha madurado, y eso, por más que su gusto estético sea discutible, es digno de elogio.

Con respecto al barrio, las emociones de Elma al recorrer de nuevo, tras tanto tiempo ausente, las calles de Santa Eulalia, eran más encontradas de lo que a primera vista se pudiera pensar. Sé que no se arrepiente de vivir conmigo, y sé que tiene asumido también que esa convivencia, por circunstancias que ahora me sería largo y penoso detallar, solo se podía hacer en mi piso, pero Santa Eulalia ha sido su barrio durante más de media vida, allí están las tiendas donde compraba, y las vecinas con las que mantenía una estrecha relación de confianza, las que la ayudaron a criar a su hijo tras su traumática separación, las que le prestaron apoyo (y a veces comida) cuando se quedó sola. A esas vecinas, sus vecinas, su gente, les debe muchos favores, la unen recuerdos imborrables, y es evidente que dejarlas, marchar de allí, le dio una pena infinita. Máxime cuando el sitio donde vivimos ahora, sí, es el centro, está muy bien comunicado, y tenemos a cinco minutos todas las áreas comerciales del mundo, pero no es verdaderamente un barrio, a lo que ella estaba acostumbrada, sino una zona comercial, de paso, donde parece que todo el mundo va y viene con prisa, como si nadie viviera allí. Comprendo que sea difícil para Elma adaptarse, no se puede sin más pasar de Santa Eulalia al puñetero centro neurálgico del Eixample sin notar el cambio.

Elma no quiso recrearse en su nostalgia, ni bucear más de la cuenta en agridulces recuerdos, evitó saludar a vecinas que inevitablemente, por la hora que era, nos invitarían a comer, y solo se permitió una visita de cortesía, a La China.

El bar estaba montado mucho antes de que el primer inmigrante chino llegara a Santa Eulalia, era gallego y se llamaba Laxiana. Sus antiguos propietarios orensanos no tuvieron suerte, y al cabo de unos años cerraron el negocio. Estuvo muchísimo tiempo así, hasta que un joven matrimonio chino lo compró y reabrió, manteniendo el nombre, que pronto dejó de usarse. El barrio entero empezó a llamar al bar “La China”, porque era ella, la esposa, quien lo atendía habitualmente. La mujer que impensadamente  dio nombre al bar se llama Bing Qing, que significa Clara Como El Hielo, pero, al igual que ocurrió con el nombre de su negocio, que por decisión popular pasó de Laxiana a La China, Santa Eulalia en peso se encargó de rebautizarla, de modo que el rarísimo Bing Qing quedó reducido a Vicky.

Vicky es una mujer luchadora, madre casi soltera (Porque su marido poco hace) de dos hijos, que regenta su negocio y su casa con mano de hierro, pero sin perder nunca la sonrisa, ni caer en el pesimismo. Vicky lo ha pasado mal, muy mal, en su adaptación a Santa Eulalia desde la remota provincia de nombre impronunciable, situada en el norte de China, de donde procede. Es normal que Elma simpatice con alguien con ese perfil. Elma lleva fuera de su casa desde los doce años y vino a Barcelona, sola, a los diecisiete, con un contrato en el bolso y más miedo que vergüenza. Entre Elma y Vicky hubo y hay una simpatía que es ya amistad, y fueron muchas las tardes que Elma y yo pasamos en el bar de Vicky, bebiendo, charlando y viendo los partidos de fútbol, cuando era yo quien me desplazaba para pasar los fines de semana que no trabajaba en el piso de Elma en Santa Eulalia.

El sábado, los dos volvimos al bar de Vicky, hicimos allí el vermouth, cosa extraordinaria, porque nunca solemos hacer vermouth, y yo, tras los saludos iniciales, me aparté para ponerme frente al televisor y las dejé que hablaran más o menos a solas. Cosas de chicas. Mejor no meterse, que ya he aprendido la lección… Después, tras despedirnos efusivamente, en el metro, le pregunté qué tal lo llevaba, porque la veía triste. Elma sonrió. “Bien” me dijo. “Si solo hubiéramos ido de visita sin hablar con nadie me parece que estaría peor, pero esa conversación con Vicky me ha hecho mucho bien. Tenemos que volver de vez en cuando…” Asentí, la abracé y dejé que ella descansara su cabeza en mi hombro, evitándole el traqueteo del convoy que nos alejaba a toda velocidad de su viejo barrio, rumbo a nuestro piso de alto standing (así nos lo vendieron) en el no-tan-maravilloso centro de Barcelona…
La imagen que ilustra el artículo, una imagen promocional de la película “The Waitress”, con Keri Russell y Cheryl Hines, que en España re-titularon “Recetas de Amor”