jueves, 20 de diciembre de 2012

¿Qué pasará el 22?

El Dr. P, del que os hablaba hace unos días, escucha con gesto pensativo y semblante preocupado los chistes y bromas que el resto del equipo de guardia contamos entre risas, todos referidos al teórico fin del mundo (O fin de los tiempos, como dicen los ingleses, que aún da más miedito…) “previsto”, dicho sea así, entre comillas, para mañana, viernes 21 de Diciembre de 2012.
 
-¿Qué pasa? – le interpelo, medio en broma, ante su seriedad – No serás de los que creen a pies juntillas que se aproxima el apocalipsis porque alguien, ni siquiera se sabe a ciencia cierta quién, haya interpretado a su manera un calendario maya… ¿O eres de la cuerda del Dr. A…?
 
A la mención del Dr. A, el Dr. P reacciona mirándome con reprobación.
 
-No te rías, Janton. Pronto, el día 22, tendrá problemas graves, de los que no son para reírse. Precisamente ahora, oyéndoos, pensaba en él, y en qué pasará el día 22, con qué cara se presentará aquí, y con qué ánimo aguantará las impertinencias que a buen seguro le dedican…
 
El Dr. A, auténtico gurú de la teoría del fin del mundo, lleva, efectivamente, todo el año con la misma cantinela, explicando a quien quisiera oírle las probables causas del cataclismo, y todos los indicios para él racionales que le llevaban a la absoluta certeza de que realmente ocurriría. Un año mostrándonos en los mapas celestes de la página web de la NASA unas imágenes que solo él parecía ver con claridad, objetos gigantescos acercándose peligrosamente a nuestro planeta, sin importarle que la propia NASA lo desmintiera, que ya se sabe que las agencias federales norteamericanas nunca dicen la verdad… Un año oyendo lo que iba a pasar, según él, y las medidas que iba tomando para librarse de la catástrofe, desde acumular en su casa todo tipo de material de supervivencia, hasta comprar varios terrenos rústicos en sitios estratégicos, todos a pocos kilómetros de Barcelona y uno en cada dirección, oeste, norte y sur (Al este está el mar), y mandar construir en ellos depósitos subterráneos de comida no perecedera, para disponer de avituallamiento al huir de la ciudad, en cualquier dirección que debiera tomar.
 
-Si realmente se acaba el mundo – reflexiono en voz alta – todo dará igual. Pero, si como supongo no pasa nada, ¿Cómo crees tú que reaccionará…?
 
El Dr. P se encoge de hombros, sin dejar su gesto cariacontecido.
 
-Alguien normal, se lo tomaría a broma, se reiría de sí mismo antes que lo hicieran los demás. Pero él no está bien, no está centrado. Me temo que se altere muchísimo. Al fin y al cabo, ha estado preparándose para este día, dedicándole todo el tiempo y todos los recursos, durante más de un año. Es fácil que sufra un brote psicótico…
 
Ahora soy yo el que comparte expresión seria con el Dr. P, porque sé que lo que dice es cierto. No solo veremos qué pasa el día 21, que seguramente no pasará nada, sino también qué pasa el día 22 con todos los que se han tomado en serio la profecía apocalíptica…

domingo, 16 de diciembre de 2012

Breve reflexión para una noche de guardia

Supongo que me falta mentalidad empresarial. Supongo que desconozco el límite entre maximizar y rentabilizar recursos y explotar o sobresaturar esos mismos recursos.
 
Lo que no supongo, sino que lo sé con toda certeza, es que hace dos años cada equipo de mi empresa contaba con más personal que hoy, mientras que los servicios que gestionábamos eran menos y, sobre todo, menos complicados que todo el trabajo que ha ido entrando a lo largo de este último año. Y yo me pregunto, porque en fin, soy reflexivo, qué lo vamos a hacer, me pregunto, decía, que si tenemos que realizar más tareas, y más complejas, con menos recursos, como resulta evidente... ¿Es posible, lógico y exigible, como hace la dirección, que trabajemos buscando la excelencia...? Porque yo, a priori, creo que no, que resulta imposible de compatibilizar.
 
Supongo, como ya he dicho, que me falta mentalidad empresarial...

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Una silla en disputa

La Dra. G es una médico joven, competente y enérgica. Gracias a su buen hacer, su fino olfato, su recto criterio, y también a su férreo carácter, en el poco tiempo que lleva en mi empresa se ha hecho un nombre y ganado el general respeto, ascendiendo meteóricamente al rango y categoría de Jefe de Guardia, responsable del servicio de urgencias, lo que en turno de noche, sin la presencia de mandos superiores, equivale a Reina Absoluta.

Pues bien, la Dra. G, esta noche, está indignada, más que eso, tiene un cabreo de tres pares de narices. El motivo de su enfado, y del choteo más o menos evidente del resto de médicos, es la reunión que se celebró a primera hora de la mañana de ayer martes, a la que acudieron todos los Jefes de Guardia y el Triunvirato directivo, a saber, Director Asistencial, Subdirector Asistencial y Supervisora Médica. Sobran en mi empresa problemas pendientes y temas en estudio, pero no son, al parecer, prioritarios, pues de ninguno de ellos se trató en la dichosa reunión. No. El motivo básico y principal de la convocatoria era una silla. Sí, UNA SILLA. No una silla cualquiera, claro, sino concretamente la silla del despacho de la Supervisora Médica, que se viene quejando reiteradamente de que cuando ella no está se la roban, para devolverla luego sucia, con los reglajes de altura e inclinación cambiados, y en fin, que a la señora Supervisora le sienta a parir tener que limpiar y recolocar una y otra vez su silla, antes de poder descansar sus augustas posaderas.

-¡A las nueve de la mañana! - se exclama, airada, la Dra. G – Me convocan a las nueve, sabiendo que salgo a las ocho de una guardia, y que a la noche siguiente vuelvo a venir, y para tratar... ¿De qué? ¡De una p*** silla!

Mientras la Dra. G me expresa tan vehementemente su ira, frustración y descontento, veo como los demás, más o menos disimuladamente, se mofan tanto de su monumental cabreo como de la supina estupidez de la Supervisora Médica. Y pienso en las reuniones semanales de Mandos Intermedios, en las que los Jefes de Equipo (Del personal no sanitario) nos reunimos con nuestras propias Supervisoras. Pienso en las cuestiones absurdas que invariable e inexplicablemente consumen más tiempo, energía y recursos que todos los problemas pendientes, numerosos y en general complejos, que nos acucian.

Cuando por fin la Dra. G se relaja, ya desahogada después de soltar todos los sapos y culebras del mundo por su boca, y dedicada, además, a gestionar el traslado interhospitalario de un paciente especialmente picado que nos solicita cierta clínica privada, Celio, el cínico Celio, la última (e inesperada) incorporación a mi equipo, tiene, como siempre, que decir la última palabra.

-Cualquiera diría – afirma, sentencioso – que en esta empresa no hay dificultades y trabajamos en medio de un bienestar angélico, si el único problema que tenemos es el uso y abuso de una silla...

martes, 11 de diciembre de 2012

Ser feliz con poco

Me hace gracia cuando oigo en televisión que con la crisis la gente ha renunciado a salir o viajar. Digo que me hace gracia a nivel puramente personal, que ya sé que quien se ha visto obligado a reducir su tren de vida se mostrará muy poco propenso a encontrar graciosa su situación. Me hace gracia porque yo no he tenido (al menos de momento) que renunciar a nada de lo que hacía. No soy inmune a los efectos de la crisis, pero de siempre, de antes del inicio de este embrollo socio-económico-financiero, he tenido ambiciones modestas y me he complacido en placeres caseros.

A título de ejemplo, el puente de la semana pasada, ese puente que para tantos ha sido acueducto, aunque no para Elma y para mí, no solo no hemos viajado, sino que apenas hemos salido de casa, dedicados a montar una marquesina en el patio, y a realizar trabajos de bricolage. De hecho, a lo largo del fin de semana, apenas hemos pisado la calle. Y tan felices. Con tiempo de disfrutar de nuestra mutua compañía, algo fuera de nuestro alcance con la vorágine del día a día, y haciendo juntos algo útil, no he echado de menos ninguna otra actividad lúdica.

Ojo, ni soy un ermitaño ni estoy diciendo que no se deba viajar ni salir, que tiene que haber de todo, y también debemos dar de comer al sector hostelero y turístico, que es el único que equilibra con sus ganancias las pérdidas de los sectores industriales. Solo digo que, con poco, se puede ser feliz. Que no hace falta ir a las antípodas ni realizar actividades exóticas (y caras) para disfrutar al lado de quien uno quiere, y sentirse bien y a gusto con uno mismo. Que quizás habría que pensar en volver a los orígenes, a un mundo y un ocio más sencillo y más de andar por casa, sin aspirar como ahora es habitual a grandes presupuestos que malgastar en fuegos fatuos.

O tal vez me equivoque, y solo es que me he vuelto más hogareño que la mayoría...

sábado, 8 de diciembre de 2012

Naranjas de la China

Siempre la llamábamos “La China” debido a sus evidentes rasgos asiáticos, aunque sabíamos su nombre, Jenny, y sabíamos, también, que no era china, sino panameña, lo que hoy en día, con la comunidad china en España creciendo exponencialmente, es aún más exótico.
 
Tenía algo, no sé bien el qué, una chispa, una gracia, ese duende de que hablan los andaluces, vaya Ud. a saber, pero siempre conseguía que los clientes salieran sonriendo de la tienda. Tenía, eso está claro, ese savoir faire que distingue a los buenos comerciales, y que hace que con cuatro palabras con las que aparentemente no han dicho nada, te convenzan de comprar. Por eso la frutería de Jenny, La China, siempre estaba llena, a pesar de que, seamos sinceros, ni por precio ni por calidad del producto era el mejor establecimiento del barrio.
 
Hace dos semanas que Jenny, La China, ya no nos pregunta cómo nos va, ni nos explica alguna anécdota de sus hijos, aún pequeños, ni nos recomienda uno u otro producto especialmente fresco o especialmente rebajado. Hace dos semanas que a Jenny, La China, la han trasladado a otra tienda de la misma franquicia, al menos eso nos han dicho, y poco a poco su ausencia  se deja sentir. La tienda ya no está tan llena, y las risas han desaparecido. La gente que acude, en menor cantidad que antes, mira, compra, paga y sale sin decir esta boca es mía, algo que era impensable, madre mía, Jenny, La China, tenía palique para todos, y daba conversación a todo el que entraba…
 
Todos nos enganchamos a pequeñas cosas que nos hacen sentir cómodos, buscando el calor de un ambiente, unos lugares y personas, que sintamos como nuestros, nuestra madriguera. Resultan sorprendentes, y a veces increíbles, los elementos que forman parte de ese refugio mental que construimos en nuestro derredor. Ya no es solo nuestra casa, nuestra pareja, nuestra familia y amigos, lo que llamaríamos el entorno privado, son todos los lugares que recorremos cotidianamente, ese autobús en el que viajamos cada día, conducido por un chófer al que ya saludamos por el nombre, ese edificio de oficinas donde desarrollamos nuestra vida profesional y del que conocemos hasta el último rincón, ese vendedor de la ONCE que día tras día a la misma hora, al volver a casa, encontramos aposentado en una esquina, su esquina, ofreciendo a voces los números para el próximo sortero, y cuya monótona cantinela nos hace sentir bien, porque nos indica que ya estamos muy cerca de casa. Pues bien, Jenny, La China, había pasado en el último año a formar parte del paisaje cotidiano de la madriguera donde vivimos Elma y yo, se había convertido en personaje secundario, pero fijo, de nuestra vida.
 
Ahora que ya no está, no es que nos sintamos desasosegados, que tampoco es eso, pero sí es cierto que comprar fruta ya no es lo mismo, aunque de hecho la tienda sigue siendo de la misma cadena y ofreciendo el mismo producto, y aunque los dos chicos que la han sustituido se esfuercen por agradar a la clientela. No, no es lo mismo, ya no mola nada comprar fruta. Sé que es algo puramente psicológico, pero no se me ocurriría desdeñar el poder de la mente… Esta noche Elma, comiendo el gajo de una naranja,  ha puesto una cara rara.”¿Qué pasa?” le he preguntado. Y ella, molesta, me ha respondido “Estas naranjas… Demasiado dulzonas. Bah, no valen nada, desde que no está Jenny…” Me he sonreído. Que nos la venda Jenny, La China, o Perico el de los Palotes nada aporta a la calidad de la naranja que compramos, pero que nos sintamos dentro o fuera del refugio, próximos o ajenos a quien vende las naranjas, eso sí cambia y mucho nuestra percepción de las cosas. Somos como niños perdidos buscando cobijo porque afuera, en la sociedad, hace mucho frío, ruge la tormenta, y nos da miedo lo que no conocemos. Las naranjas saben peor si las vende otro…Ya me veo, carrito de la compra en ristre, recorrer media Barcelona hasta la tienda donde ahora trabaja Jenny, La China.
 
El cuadro que ilustra este artículo, “The fruit vender”, obra de Dominique Amendola.

jueves, 6 de diciembre de 2012

Fricciones

El Departamento de Recursos Humanos de mi empresa cambió este año la metodología de gestión de planning. Hasta el año pasado, en el turno de Noche seguíamos estrictamente nuestro calendario, excepto las cuatro noches consideradas “especiales”, a saber, las noches del 24, 25 y 31 de Diciembre, y la del 05 de Enero. Las demás noches festivas del año se hacían según cayeran, y en su caso se compensaban los festivos de más que hicíera un equipo con respecto a su equipo espejo pagándolas como extras. Este año, Recursos Humanos decidió que los “puentes largos” se repartieran entre los equipos, de modo que uno hiciera Semana Santa completa, y otro el puente de Diciembre, el que empieza este jueves día 06, también completo. Nuestro equipo espejo disfrutó de la Semana Santa, y ahora nos toca a nosotros disfrutar de este puente.

En la empresa de Elma, lógicamente, también se reparten los puentes. En su caso es más sencillo, porque solo debe ponerse de acuerdo con su compi, Lena, y no suelen tener problemas. Sabiendo que yo tendría fiesta este puente de Diciembre, Elma dejó que Lena hiciera puente antes, reservándose éste para pasarlo conmigo, estar juntos, y si fuera posible adelantar alguna tareas de las que tenemos pendientes por falta de tiempo. No es que tuviéramos, como veis, grandes planes para el puente, pero era NUESTRO puente.

El cabrón de Murphy (Los que me leéis hace tiempo sabéis que soy un creyente convencido de la Ley de Murphy) ha hecho que la cosa de tuerza. El pasado martes, Lena, la compañera de Elma, se lesionó en un accidente estúpido volviendo a casa, uno de esos famosos accidentes “in itinere” que quedan cubiertos por la mutua laboral. Tiene un pie hecho polvo, debe llevar muletas, y le han dado la baja médica al menos por dos semanas. Resultado, Elma va a trabajar el viernes, día 07, que en principio no le tocaba, para que no quede desatendido el servicio. Y a tomar viento nuestro puente.

Comprendo los motivos que llevan a Elma a renunciar a su derecho (Porque es SU derecho) en beneficio de la empresa. Su jefe, Gran Pau, siempre se ha portado bien con ella y en general con todos sus empleados, y no ha dudado en forzar las cosas a favor del personal cuando ha hecho falta. Elma gusta de pagar los favores que debe, y no es algo que me disguste. Si ella mantuviera su día de fiesta, lo que, insisto, sería su derecho, el viernes tendría que asumir su trabajo alguien sin idea ni preparación para desempeñarlo, pues sus tareas solo las realizan ella y Lena. Es comprensible que Elma no quiera hacer pasar ese mal trago a nadie, ni poner en peligro el servicio, y por ende su puesto de trabajo, por posibles errores de gestión. Comprensible, pero irritante.

Y es que una vez más se demuestra que el mundo está hecho a la medida de los incumplidores y los irresponsables. Más de uno y más de cuatro se irían de puente sin pensar ni cinco segundos en lo que dejaban atrás, sin preocuparse lo más mínimo de conservar y mantener lo que les da de comer. Que la empresa se apañe sola, pensarían, que yo ya me preocuparé el lunes. Hasta entonces, nada. Elma no es así, prefiere ayudar a que la empresa no se hunda, que ya bastante mal está el mercado, antes que aferrarse a un derecho que si acabara quedándose en el paro de nada le serviría tampoco.

Hemos discutido por esto, Elma y yo, no porque no comprenda lo que hace y por qué lo hace, que como ya os he dicho lo comprendo perfectamente (Y yo soy también lo bastante idiota como para hacerlo, si estuviera en su caso), sino porque me fastidia, y mucho, constatar que los responsables siempre acaban responsabilizándose, además de su actividad, de lo que hacen los irresponsables. Oiga, si Ud. tiene una empresa con un área que solo conocen dos personas, preocúpese de prever que es posible que un día necesite que alguien más pueda hacerse cargo de ese área, pues basta que coincidan, como ha pasado ahora, una baja médica con unas vacaciones, para que todo se vaya al garete. Reconozco haber expresado estas ideas en mal tono, porque me ha molestado bastante tener que renunciar al puente juntos cuando ya tenía la miel en los labios, y Elma, ofendida, no se ha quedado callada tampoco.

La cosa, finalmente, se ha arreglado, Elma y yo nunca estamos demasiado tiempo peleados. Pero manda huevos que el exceso de responsabilidad, encima de hacernos trabajar más, nos acabe provocando problemas conyugales... Como he dicho, cada día tengo más claro que el mundo es de los irresponsables...

martes, 4 de diciembre de 2012

Concentración bancaria

Esta mañana he ido a hacer unas gestiones a mi oficina de la antes denominada Caixa Advocats (Caja de Abogados ) sita en la calle Roger de Llúria de Barcelona. Abrí esa cuenta hace muchos años, cuando me colegié como ejerciente en el Ilustre Colegio de Abogados de Barcelona (Qué tiempos aquellos...) La entidad era entonces, desde su fundación bastantes años atrás, una Caja de Ahorros constituída formalmente como Cooperativa de Crédito vinculada al Colegio de Abogados y que daba servicio preferente a ese colectivo profesional. Como es habitual, no había gastos ni comisiones de ningún tipo, y se ofrecían servicios específicamente pensados para el colectivo al que se dirigían: Créditos a interés cero para jóvenes abogados que financiaban los gastos de colegiación, créditos a muy bajo interés para crear, ampliar o reformar despachos profesionales, becas para prácticas jurídicas o estudios de especialización... Una entidad en suma volcada en servir al colectivo de abogados que la había creado.
 
Hace tres años, no sin polémica, la Junta de Gobierno del Colegio de Abogados decidió vender Caixa Advocats a la Caja Rural de Huesca y los Pirineos, convirtiéndose en una caja de ahorros normal y corriente, bajo la denominación comercial de MultiCaja.
 
Este mismo año, apenas hace unos meses, la Caja Rural de Huesca y los Pirineos se fusionó a su vez con otras cajas rurales aragonesas, formando la Nueva Caja Rural de Aragón, bajo la denominación comercial de Bantierra. Cada cambio de denominación de la entidad ha significado cambiar a su vez la numeración de la cuenta bancaria, así que os imaginaréis los quebraderos de cabeza para los que teníamos recibos domiciliados en ella.
 
Todo esto viene a que hoy, al actualizar la libreta tras realizar las gestiones, se acabó mi vieja libreta, que aún era la azul de Caixa Advocats, y el empleado la sustituyó por una verde claro de Bantierra. Nuevísima, reluciente... Pero que no era la mía. No sé cómo explicarlo, había una razón para que yo tuviera una cuenta de Caixa Advocats, pero de Bantierra... No, no siento esa entidad ni ese nombre como algo de lo que yo forme parte. Nunca llegué, ahora que lo pienso, a tener libreta de MultiCaja, que si no me equivoco era verde y azul oscuro. Otra denominación que me es totalmente ajena.
 
En tres años, tres nombres y tres números para una misma cuenta bancaria. Teniendo en cuenta que el proceso de concentración auspiciado por el gobierno a través del FROB no ha concluído todavía, a lo mejor aún el año que viene (si llegamos) recibo otra notificación de cambio de nombre y número de mi maltrecha cuenta. Menos mal que la mantengo como residual y ya apenas la uso...
 
Lo que explico en este artículo es una anécdota intrascendente, lo sé, si no fuera porque sirve de ejemplo del ambiente de confusión e inestabilidad que reina desde hace tiempo en la banca española. Ni se sabe ni se puede estar seguro de que la entidad a la que has confiado tus ahorros siga siendo la misma el año entrante... Ahora, ellos, la gran banca de inversiones, ellos sí que nos piden confianza a los usuarios. Confianza ciega matizaría yo... Pues esa confianza, señores, hay que generarla, no es una concesión graciosa de la sociedad, hay que aparentar al menos ser solvente y estable para que la gente confíe, y sus vaivenes empresariales no ayudan precisamente...

lunes, 3 de diciembre de 2012

Sinsentidos

Hay veces, aún ahora, en estos tiempos que corren, en este tumulto que nos ha tocado vivir, en que el mundo entero parece un todo ordenado. Pocas, cada vez menos. Pero aún a veces lo parece. Como cuando, a las seis en punto de la tarde, se encienden automáticamente las luces de la decoración navideña suspendidas sobre la calzada central de la Gran Vía. Si no he cerrado antes la persiana (Normalmente, no. Me gusta ver caer la tarde, aunque esté atareado de aquí para allá), en ese minuto exacto, las seis en punto de la tarde, ya noche cerrada, mi salón se inunda de irisaciones azules y plateadas, como si estuviera a punto de visitarme el fantasma de las navidades pasadas. Entonces, en ese momento, todo parece tener sentido. O cuando después de cenar, tarde ya, vuelvo de la cocina, donde he llevado la bandeja con los platos y vasos usados, y me encuentro a Elma dormida en el sofá, envuelta en la manta granate con filigranas de hilo dorado (Que no de oro) que tanto le gusta. Y me siento en el rinconcito que me deja libre, y me quedo mirándola, porque no me cansaría nunca de mirarla, y sí, en ese momento, todo parece, también, tener sentido.
 
La plácida sensación, sin embargo, dura poco. De pronto el ministro Montoro dice que la amnistía fiscal a los grandes defraudadores de los últimos diez años "valió la pena", aunque las cifras le desmientan, pues no se ha recaudado ni la tercera parte de lo que se esperaba. Y el presidente Mursi de Egipto afirma con cara dura que conservará los poderes extraordinarios que él mismo se otorgó por decreto, y que en la práctica le convierten en dictador, para "defender la democracia". Olé. Y qué decir cuando leo que en Michigan una vieja ley nunca derogada, y por tanto vigente, aunque ya no se aplique en la práctica por los tribunales, obliga a las mujeres casadas a pedir permiso expreso a sus maridos para poder cortarse el pelo. O que en el Líbano es legal practicar sexo con animales, siempre que sean animales hembras. Practicar sexo con machos, en cambio, está penado con la muerte. Oigo y leo cosas como esa, y me doy cuenta que el mundo en realidad es un totum revolutum inconsistente y absurdo. Y no, no tiene sentido alguno...