domingo, 8 de mayo de 2011

De chinas y escaparates

El local es pequeño y con una forma que no da mucho juego. Los propietarios, dueños también de la tienda de al lado, durante años lo usaron de almacén por darle alguna utilidad. Después, tratando de sacar provecho de aquel espacio muerto, lo alquilaron. En los siguientes años pasaron por allí varios negocios, ninguno de los cuales salió adelante. El local era realmente malo, y al final se extendió la leyenda de que estaba gafado, leyenda asentada en la incontestable realidad de que negocio que se abría en él, negocio que cerraba a los pocos meses.

A principios del pasado invierno, pasando por delante de la tienda, como casi siempre que voy o vengo a pie de mi casa a la de mi madre, vi que estaban haciendo obras. La enésima remodelación para abrir el enésimo negocio. Que fracasará, como todos, pensé, pero no le di la menor importancia.

Un par de semanas después volví a pasar por allí, y me encontré, para mi sorpresa, con grandes letreros en chino sobre unos novísimos y relucientes escaparates que mostraban en su totalidad el interior del bajo comercial. A un lado, una silla y una pequeña mesa con un ordenador portátil. Y, ocupando la mayor parte del escaso espacio disponible, dos camillas con gruesas colchonetas forradas en sky negro, que por más que lo pretendieran no daban sensación alguna de comodidad. Sentada ante la exigua mesa y tecleando en el ordenador portátil, una mujer china de esa mediana edad indefinida que tienen todas las mujeres chinas de estilizada figura y pechos operados.

La siguiente vez que pasé frente al local, a los letreros en chino habían añadido otros, más sencillos e imagino que más baratos, en castellano. Se dedicaban a los masajes. “Masajes corporales, de manos, pies y espalda” ponía literalmente en el cartel. No figuraba la curiosa apostilla de “final feliz” que había hecho caer sobre todos los negocios chinos dedicados a masajes, estética y peluquería la sospecha de prostitución encubierta.

He ido pasando regularmente por allí, yendo o viniendo de mi casa a la de mi madre, y siempre me fijo al pasar por delante. Me puede la curiosidad. Dos camillas a la vista de los transeúntes. Dos mujeres chinas, la que vi la primera vez y otra algo más joven (Tal vez madre e hija, porque se parecen, aunque todas las chinas se parecen...), sentadas descuidadamente en la silla o en una de las camillas, vestidas de fiesta, muy provocativas, con transparencias, generosos escotes y breves minifaldas. Y siempre, siempre, desocupadas, con cara de asco, de hastío, de profundo aburrimiento, cosa lógica porque nunca les he visto realizar otra actividad que no sea observar con desgana a quienes pasamos frente a ellas, al otro lado del escaparate. Nunca, ni una sola vez, he visto a nadie tumbado en una camilla, ni a ellas realizando masaje alguno. Nunca.

Pero allí siguen ellas, impertérritas, mirando a la calle, vestidas con sus mejores galas. Y allí seguimos todos los que pasamos frente al local, mirando con curiosidad, que he notado, ya lo creo que lo he notado, que no soy el único hombre que las mira, entre el interés digamos sociológico, como es mi caso, y el descaro más libidinoso en los ojos de algún rijoso jubilado del barrio... Al parecer, ninguno de los que miran se ha decidido aún a entrar.

Lo cual me lleva a formularme mentalmente una serie de preguntas. ¿No se morirán de aburrimiento estas dos mujeres, todo el día ahí metidas en la tienda sin hacer nada? ¿De qué viven, si no hay clientes, si no deben haber facturado ni un euro desde que abrieron? ¿Intentan los dueños romper la leyenda de que todos los negocios que se instalan allí cierran, manteniendo artificialmente abierto un negocio ruinoso? No sé qué pensar...

8 comentarios:

pseudosocióloga dijo...

¿Una china con los pechos operados?esto es nuevo.
Yo tengo la teoría que todos los restaurantes chinos sirven para blanquear dinero, pero un local que no factura¿¿¿¿?????.

Desde mi realidad dijo...

Todo un misterio sin resolver...

Anónimo dijo...

Simplemente no creo que la gente tenga ganas de que les hagan un masaje en "esas condiciones" porque no es profesional.
Si se mueren de aburriemiento, siempre les queda leer libros sobre higiene y protocolo en el tratamiento corporal.
Un saludo.

Fiebre dijo...

Yo sí sé que pensar, pero como las capitales son "demarcación Policía" que piensen ellos...

Babilonio dijo...

Pues el negocio huele, a lo que huele, para salir de dudas nada como entrar y probarlo.

Saludos.

Maria dijo...

No parece así como muy normal!!!!

Un abrazo

la reina del mambo dijo...

No me parece nada normal, pero ve a saber.
Un beso

EriKa dijo...

Debajo de mi piso hay un local que todos los negocios que abrían cerraban al cabo de un tiempo, también se decía que estaba gafado, hace un año lo alquilaron unos chinos y son los que están batiendo records de permanencia, ¿de qué viven? no lo se... en la tienda entra poca gente y el alquiler es alto, no tiene mucha lógica, algo raro hay.

Besitos.