domingo, 22 de enero de 2012

El intrépido señor Llanos

Debió ser el lunes o martes de esta semana que hoy acaba, semana larga y dura como pocas, dicho sea de paso, aunque eso ya es otra historia, el lunes o martes, decía, fue cuando me enteré que uno de mis vecinos, el señor Llanos, era uno de los pasajeros del Costa Concordia, uno de los que, afortunadamente, habían sobrevivido al naufragio.

El señor Llanos  vive en el sexto piso de mi edificio, es un atractivo soltero cincuentón, libre de cargas familiares, empresario con un negocio que le renta pingües beneficios, y, como puede permitírselo,  un viajero empedernido. Que el señor Llanos estaba a bordo del Costa Concordia cuando éste naufragó frente a las costas toscanas me lo contaron a dúo el presidente de la comunidad de vecinos y su antecesor en el cargo, que aunque ya no forme parte de la junta vecinal sigue mangoneando lo suyo en el edificio, aunque esto sería también otra historia. Ambos me detallaron las circunstancias que conocían del suceso, y muchas otras inventadas, y después, esa misma noche, vi al señor Llanos apareciendo en los informativos de la televisión autonómica hablando ante las cámaras como uno de los afectados. Me alegré por él de que hubiera podido salir sin daño físico aparente de tan peligroso trance, y me olvidé del asunto.

Pues bien, esta misma mañana, a poco más de las diez, regresando yo de la panadería Mistral de Ronda Sant Antoni, donde había ido a comprar el desayuno, me encuentro al señor Llanos saliendo por la puerta del edificio justo cuando yo entraba, arrastrando un enorme trolley. Rápidamente le felicité por haber salido con bien de la aventura, cosa que me agradeció, dándome algunas breves pinceladas de la desorganización y el caos que se vivieron en aquellos momentos, detalles ya conocidos por las informaciones periodísticas, con el valor añadido de ser explicados por alguien que los vivió en primera persona. Fijándome de nuevo en el trolley, le pregunté dónde iba, cuestión ante la que el señor Llanos esbozó una amplia sonrisa. “Voy a embarcarme” me dijo, y su sonrisa se tornó en franca carcajada ante mi perplejidad. “Sí, sí, no te sorprendas, voy a hacer otro crucero, esta vez hasta Madagascar. Ya lo tenía reservado de antes, y me hace verdadera ilusión, no pienso renunciar a él por lo ocurrido la semana pasada” Quedé totalmente descolocado. Una cosa es haber sobrevivido al naufragio, otra, más difícil, no haberle cogido miedo a la navegación marítima después de tan chocante experiencia, pero lo que va más allá de mi comprensión, fuera de marineros profesionales, es tener la presencia de ánimo suficiente para volver a embarcarse a la semana siguiente de naufragar. “No te preocupes, Jan, que estadísticamente, es casi imposible que vuelva a vivir otro naufragio” me espetó el señor Llanos, aparentemente divertido con mi estupefacción. “Sí, ya lo imagino, pero lo que me preocupa es ese casi” le respondí, provocando de nuevo su hilaridad. Nos dimos la mano a modo de despedida, y aún riéndose entre dientes se alejó, a la busca de un taxi libre. Ojalá que le vaya bien, desde luego, ningún mal le deseo. Pero no puedo evitar pensar que hay que ser realmente intrépido, o estar realmente loco, para hacer lo que él hace.

La foto que ilustra el artículo, sacada del archivo fotográfico del diario El País, muestra al hundido crucero Costa Concordia, frente al faro de la isla de Giglio.

10 comentarios:

Babilonio dijo...

Incluso si le hubiera cogido miedo lo mejor que se puede hacer ne estos casos es volver a enfrentarse a él.
Si te caes de la bicicleta lo mejor que puedes hacer es volver a montar inmediatamente.
De miedos entiendo un rato.

Saludos.

Constanza dijo...

Y no Jan, la verdad que la mayoría de los mortales no se embarcarían nuevamente.
Pero yo no creo que él esté loco por hacerlo. Como bien dijo es casi imposible que le suceda nuevamente y hay que ser realmente pesimista para pensar que ese casi lo puede llevar nuevamente a naufragar. Sinceramente aplaudo la actitud del señor llanos. Evidentemente, además de estar loco para los ojos de algunos, me da la sensación de que es un tipo que mira el vaso medio lleno y es "positivo" en su pensamiento, por así decirlo. Y quizás sea eso lo que lo lleve a tener su posición y a poder disfrutar de lo que le toca vivir a pesar de las circunstancias.

la MaLquEridA dijo...

Muy valiente e intrépido el Sr Llanos, mira que subirse a un barco saliendo apenas de un naufragio, es de admirar.


Un abrazo Jan

PequeñoLins dijo...

Joder, como son los presidentes de las comunidades de vecinos!!!!
Como casi estadístico, te diré que existe una cosa que se llama test de las rachas, que estudia, cuando suceden sucesos,muy simultáneos......
Se estrella un avión, algo con poca probabilidad, pero en un corto periodo de tiempo hay varios......
espero que el señor LLanos, sepa nadar......
Un abrazo

pseudosocióloga dijo...

Cuando te caes de un caballo, debes montar acto seguido para no cogerle miedo.
En el Titanic, una de las camareras que se salvó, ya había naufragado antes.
A mi no me choca su actitud pero no sé si me volvería a subir a un avión después de un accidente con muertos.En un crucero es que ni me lo planteo porque en barco me mareo.

Janton dijo...

Querido Babilonio, debo manifestarle que su rotunda expresión "de miedos entiendo un rato" me da verdadero miedo.

Janton dijo...

Constanza, tú sí que derrochas positivismo creyendo a pies juntillas que el señor Llanos es tan tremendamente positivo...

Janton dijo...

Malque, de admirar, no sé, pero digno de ser contado sí que lo és, me parece extraordinario. Estuve todo el día, desde nuestro encuentro por la mañana, con ganas de escribir el artículo sobre el señor Llanos...

Janton dijo...

PequeñoLins, yo también lo espero, porque, además, Madagascar no es precisamente el Mediterráneo...

Y sí, totalmente de acuerdo, hay que ver cómo son los presidentes de las comunidades de vecinos...

Janton dijo...

Pseudosocióloga, con un caballo estaría totalmente de acuerdo, pero un crucero es bastante más grande...

¿Tú, la gran viajera, mareada? Ays, no soy capaz de imaginarte.