martes, 14 de febrero de 2012

De futbolistas y autobuses


Llega el lunes por la mañana, y uno acaba su tercera noche consecutiva de guardia. Noche de mucho trabajo, cosa de esperar en esta época del año y con esta ola de frío. Turno con  un par de bajas sin cubrir en el equipo, o sea, más trabajo para los demás, que encima nos comemos reclamaciones e incidencias sin parar. Pocas noches habré redactado más informes que la del domingo, en la que hubo dos fallecidos mientras esperaban la llegada de una ambulancia, lo que se trata siempre como caso potencialmente judicial, además de una porción de amenazas de denuncia. Llegan las ocho, acaba por fin el turno, que parecía interminable, y tampoco puedo salir corriendo, como hace el resto de mis compañeros, porque claro, habiendo habido tantas y tan graves incidencias, mejor adelantar de viva voz los casos más críticos a mi Supervisora en cuanto ésta entra a las 07:45, aunque ya haya enviado el correspondiente informe por e-mail, mejor que estén preparados para una posible llamada temprana sobre cualquiera de estos asuntos. Y si el Director Asistencial, que entra a las 08:30, nos pilla todavía hablando de los casos, que de alguno de ellos hay mucho que hablar, mejor adelantarle algo, que esté sobre aviso por si le llaman de la Dirección Médica de cualquiera de las Mutuas. Total, que entre una cosa y otra uno finaliza el inacabable fin de semana casi una hora tarde, muy cansado, y hasta las narices de todo.

Uno camina, minutos después, por un Passeig de Sant Gervasi lleno de estudiantes uniformados que van en dirección contraria, hacia el Colegio de Jesús y María, y ve a lo lejos, dando vuelta a la Plaza Kennedy, un autobús de la línea 58, que sin duda acaba de salir, y uno se cabrea, porque se le ha escapado por poco, por poquísimo, pero no queda otra que esperar a que llegue el siguiente autobús, y cuando por fin llega, resulta que el conductor es de los “simpáticos” que va a tomar café al Forn de Sant Salvador dejando cerrado el vehículo, sin permitir que los pasajeros que nos juntamos en la parada a esas horas de la mañana, expuesta al gélido viento que baja del Tibidabo, podamos subir y esperar sentados.

Y por fin, una eternidad después, inicia su recorrido el autobús, y claro, en cada parada se sube y baja mucha gente. Entran medio temblando por los minutos de fría espera, caminando muy despacio por el pasillo central del autobús, y el camino se va haciendo lento, lentísimo… Tengo la sensación inevitable de que, si no fuera por el frío que está haciendo, iría más deprisa a pie. Estoy pensando en todo esto, medio adormilado, cuando, al arrancar el autobús después de tomar y dejar pasaje en la parada de Muntaner con Copèrnic para incorporarse al fluido tráfico mañanero, un ruido ensordecedor de metal contra metal me saca súbitamente de la modorra. El autobús se ha llevado por delante la puerta del conductor de un Audi blanco, nuevecito, que estaba aparcado – mal aparcado – subido a la acera de Muntaner a pocos metros de la parada. El conductor frena en seco, y yo me echo las manos a la cabeza. Lo que me faltaba para llegar pronto a casa, un accidente… Me estoy cagando en mi negro destino y en los ángeles custodios de todos los conductores de autobús, que deben estar en huelga este lunes por la mañana, cuando un murmullo se va elevando hasta convertirse en voces estentóreas. El nutrido grupo de colegialas que, con sus pantalones caídos y sus mochilas al hombro, iban camino del “insti”, literalmente enloquecen. Ha acudido a ver el desastre el dueño del coche embestido, y es ni más ni menos que… ¡Gerard Piqué! Sí señor, ahí está, en tejanos y jersey blanco de cuello cisne, hablando airadamente por el móvil tras ver lo poco que queda de la puerta de su coche. Nos bajamos del autobús, resignados a esperar al siguiente para proseguir viaje, pero nadie se queja, el efecto de los famosos sobre el pueblo llano es increíble, todos miramos las evoluciones de Piqué, lógicas tras un accidente de coche, como esperando que en cualquier momento vaya a hacer algo extraordinario. Algunas niñas que babean embelesadas comentan en voz baja entre ellas si van a pedirle un autógrafo, pero una señora que ya peina canas les quita la idea diciendo “Nenas, no vayáis, que os va a mandar a paseo, para autógrafos no debe estar ahora mismo…” Y ellas, resignadas, siguen mirándole en silencio con cara de infinita admiración. Y al fin, afortunadamente pocos minutos después, llega un autobús de la línea 64, y nos metemos en él para proseguir viaje Muntaner abajo.

 Antes de partir, por eso, una nueva muestra del poder seductor de los famosos. La conductora del 64, viendo el follón montado en la calle, pregunta qué ha pasado, y varios pasajeros de los que veníamos en el 58, atropelladamente, le explican que el autobús ha embestido el coche de Piqué. “¡Oh, Piqué!” exclama ella.  Y tarda más de lo debido en salir de la parada, mirándole con ojos de “Me hubiera gustado ser yo la que te embistiera, piquetón…”

Para los que les interese MI historia (Este es mi blog y hablo de lo mío, caramba), os diré que llegué bien y sin más novedades a casa, como una hora y media tarde. Todo sea por la empresa…  Y por el Barça!

Ilustrando el post, una foto que tomó in situ Martina Arnalot, y que luego publicó en twitter.

5 comentarios:

Misaoshi dijo...

Vaya, que si hubiera sido tu coche (en modo barato, claro) te habrían mandado a la puta mierda.

Lástima no ser Piqué en estos casos.

PequeñoLins dijo...

me alegro que cansado y tarde, hayas llegado a casa sano y salvo....pero Piqué, es mucho Piqué...anda que si lo lesiona el del bus, me tengo que ir a buscar al conductor, y darle lo suyo, y lo de su primo.... todo sea por el barça...
Un culé de fuera de Cataluña.
Un abrazo

Doctora Anchoa dijo...

Me ha hecho gracia lo de las adolescentes, me imagino la cara de Piqué en esas circunstancias con un grupo de adolescentes alrededor pidiéndole un autógrafo XD.

Fiebre dijo...

Desgraciadamente esta vivencia tuya ha tenido eco en la prensa deportiva, del corazón y casi hasta en los telediarios.

Mientras tanto, la maravillosa historia del anciano cliente de Elma y el turrón, pasará desapercibida como tantas maravillosas vivencias que llevas años contando.

A lo que vamos. Aunque tarde, me alegro de que TU llegaras sano y salvo.

Lakacerola dijo...

Leyéndote me entra el estresssss !!!
Un abrazo.