sábado, 16 de julio de 2011

Próxima parada, Bolívar 12

Hacía mucho, qué se yo, dos años o así, que no subía al trabajo en el autobús 22. Desde aquellos tiempos, que ahora me parecen tan remotos, en que salía a todo correr de la sesión semanal con el grupo de oposiciones para cogerle en Gran de Gràcia, a la altura de la parada de Santa Ágata, donde estaba la academia, para subir desde allí rumbo a Sant Gervasi.

La Plaza Lesseps sigue en obras, no sé cuantos años después de haberlas comenzado. Habrá gente que no haya conocido esa plaza sin obras en uno u otro de sus rincones. Abstraído contemplando la inmensa grúa puente instalada sobre el pozo de trabajo, oí distraídamente decir a la locución: “Próxima parada, Bolívar 12”. Me sorprendí. No recordaba que el autobús subiera antes por esa calle.

La calle Bolívar de Barcelona no hace honor a la figura del gran libertador sudamericano en homenaje al cual se supone que le pusieron el nombre. Es una callejuela estrecha, de un solo carril de circulación, poblada de edificios agrietados y oscurecidos que parece que se vayan a derrumbar de puro viejos. Un poste con un letrero de latón indica la parada del autobús, pero a la altura del número 12 de la calle Bolívar solo hay un solar, un descampado poblado de maleza, pequeño y triste, mal iluminado, que si fuera algo más grande daría hasta miedo atravesarlo.

Colocado mirando hacia la calle, como si hubiera un paisaje que contemplar, como si alguien fuera a tener el mínimo interés en sentarse allí a pasar el rato, hay colocado un banco de madera, seguro que arrancado de otro lugar. Un banco despintado, oxidado y solitario, único mobiliario en un solar abandonado e inútil. Toda una metáfora visual.

Tras breve parada, el autobús arranca de nuevo, llega al final de la calle Bolívar y sale a la más amplia Avenida República Argentina, que, dejando atrás el barrio de Gràcia, sube hasta la zona alta bordeando el Carmelo. A medida que aumenta la pendiente, y por tanto también el esfuerzo necesario para mover el pesado vehículo, se torna cada vez más grave y bronco el sonido del motor. Aquí lo de barrios altos y barrios bajos es más que un dicho, en Barcelona lo mejor siempre está hacia arriba.

No me quito de la cabeza el sucio descampado de la calle Bolívar, con su banco postizo que trata inútilmente de convertir en parque lo que no es sino un solar abandonado. Creo que es una perfecta metáfora de esta ciudad nuestra, tan llena de falsos oropeles. Parece un parque. No lo es. Como Barcelona parece, en general, una ciudad abierta y cosmopolita, y lo es mucho menos de lo que parece. Claro, los turistas visitan el centro. Pasean por las Ramblas, miran escaparates en Paseo de Gracia, y hacen interminables colas para entrar en la Sagrada Familia. No suelen, en cambio, recorrer las viejas, estrechas y olorosas calles por encima de la Plaza Lesseps. Si lo hicieran, seguramente, se llevarían una impresión muy diferente de la que se llevan...

3 comentarios:

la MaLquEridA dijo...

Así pasa aquí, la gente suele pasear por el centro, la Av, Reforma tan llena de lujosos edificios pero no visitan las orillas eso no es para turistas.


Saludos.

la reina del mambo dijo...

Por este pueblo tan cerca de la gran Barcelona tampoco vienen; aquí están los que se quedan.
Un beso

Onara dijo...

Son zonas de Barcelona que, por lo visto, no interesan... tal vez porque no tienen ningún reclamo económico...

Soy gracienca de nacimiento... mis primeros años de vida los viví en la calle Fraternidad... conocida entonce como la "calle de los gitanos"... esa calle pocos turistas la conocerán, y eso que está cerca de la Avenida Diagonal.

Besos!