lunes, 11 de julio de 2011

Médicos, cara y cruz

CARA

La Dra. Gobi, médico de nuestro servicio, llevaba dos meses de Baja Médica por su avanzado estado de gestación, siete meses, de un embarazo de alto riesgo, en el que, debido a anteriores episodios de pérdidas, se le había ordenado reposo absoluto.

Cierta madrugada de la pasada semana, la Dra. Gobi se hallaba tumbada en el sofá con los pies en alto, incapaz de dormir debido al intenso calor, cuando la sobresaltaron unos fuertes gritos y mucho alboroto provenientes de la escalera.

Andando con precaución debido a su estado, se asomó a ver qué pasaba, y vio la puerta abierta del piso de uno de sus vecinos. Dentro se oían voces estentóreas, y acudió por si podía ayudar. Tendido en el suelo del salón, un hombre de unos cincuenta años estaba sufriendo lo que, por signos y síntomas evidentes, solo podía ser un infarto agudo de miocardio. Alrededor del hombre desplomado, gritando como locos, su esposa e hijos deambulaban como sonámbulos sin saber qué hacer.

La Dra. Gobi, sin dudarlo, se dejó caer de rodillas al lado del hombre, y, tras gritar a otro vecino que también acudía a las voces que llamara al 061, inició las maniobras de RCP básica que sin más medios que sus manos desnudas podía hacer en ese momento.

La ambulancia medicalizada del 061 llegó en tiempo récord y por una vez se  pudo remontar al enfermo. Determinante para este buen resultado final fueron las maniobras de RCP que la Dra. Gobi había aplicado durante interminables minutos. Se puede decir que le salvó la vida.

Cuando el médico de la UVI Móvil acompañaba al enfermo a la ambulancia, se fijó en la mancha de sangre que teñía de grana el camisón verde claro de la Dra. Gobi

-Oye, pero... estás sangrando...

Acabaron llevándola, a ella también, al hospital. En la misma ambulancia. Junto al hombre al que había salvado la vida.

Por más esfuerzos que se hicieron, fue imposible salvar al niño. La Dra. Gobi sufrió un aborto espontáneo del que aún se recupera.

La Dra. Gobi salvó una vida.

La Dra. Gobi cumplió con su deber hasta bastante más allá de lo exigible.

Sí, pero... ¿Le compensará eso por su hijo muerto?

Sinceramente creo que no.

CRUZ

Yo mismo contesté la llamada. No suelo coger llamadas entrantes, pero, en momentos de pico de trabajo, ahí debe ponerse hasta el apuntador, que se trata de evitar que se pierdan llamadas que son, en mi caso, siempre posibles urgencias médicas.

Yo mismo contesté la llamada, y por eso sé bien de lo que iba, y por eso puedo afirmar con conocimiento de causa que desde el principio me dio mala espina. Un hombre de cuarenta y seis años que se despierta súbitamente de madrugada con un fuerte dolor opresivo en el pecho, y bañado en sudor frío... Esa edad y esos síntomas... Yo no soy médico, ciertamente, pero es que son de manual...

La Dra. B valoró el caso. La Dra. B, a la que quedaban cinco minutos para su descanso. Puedo creerme que debía estar muy cansada, la Dra. B, después de realizar una guardia hospitalaria y llevando ya medio turno en nuestro servicio. Puedo imaginar que desearía acabar la llamada cuanto antes para desconectarse de una buena vez. Sí, desde luego, todos somos humanos, todos podemos entenderlo.

Pero la Dra. B, y eso sí que no lo puedo entender, obvió los síntomas evidentes, no le hizo la mínima anamnesis, no preguntó nada de lo que cualquier otro médico en su lugar hubiera preguntado, puso como valoración “epigastralgia”, sin añadir ni una sola palabra de ampliación o explicación, y pasó la ficha para que se activara médico a domicilio. Hizo todo eso, la Dra. B, y se fue a su (en esta ocasión, inmerecido) descanso.

Diez minutos después la esposa del paciente volvió a llamar, ya en estado de histeria. Su marido estaba semiinconsciente y tenía dificultad respiratoria. Pero la Dra. B ya no estaba, claro, estaba descansando (insisto, inmerecidamente). Fue la Dra. G, una médico nueva, residente de último año en su segunda noche de guardia con nosotros, quien se comió el marrón de asistir en directo, durante trece interminables minutos de llamada, primero a la caída en la inconsciencia del hombre, que estaba sufriendo un infarto de libro, la que tuvo que hacer indicaciones telefónicas de cómo realizar RCP básica a un vecino que fue el único que se atrevió a intentarlo, mientras ponía el mute en el teléfono y nos gritaba a pleno pulmón que movilizáramos de una vez el 061, servicio al que yo ya estaba llamando para que enviaran cuanto antes una ambulancia medicalizada...

Dentro del desastre, las isocronas de asistencia salvaron un poco los muebles. La ambulancia medicalizada del 061 llegó en apenas ocho minutos, y la nuestra en trece.

Ninguna de las dos sirvió de nada. El paciente falleció en el domicilio, sin responder a los intentos de reanimación, veinticuatro minutos después de la primera llamada.

Seguramente, el paciente no se hubiera salvado ni haciendo puntualmente todo lo que debe hacerse en estos casos. Un infarto súbito, en un paciente que media la cuarentena, suele ser, estadísticamente, difícil de remontar. Así que puede que no hubiera servido de gran cosa enviar recursos cuanto antes. Pero aún así, esa primera (y patética) valoración, esos diez minutos perdidos, eso, evidentemente, impidió que fuera bien asistido. Eso, en última instancia, fue lo que le condenó.

La Dra. G está siendo tratada por un terapeuta. Eso de perder un paciente en directo, aunque haya sido telefónicamente, la ha dejado tocada.

La Dra. B está suspendida de empleo y sueldo pendiente de expediente disciplinario.

El paciente, claro, está muerto, y la esposa, según parece, pendiente de poner demanda.

Sin duda, la cruz de la misma moneda...

4 comentarios:

la MaLquEridA dijo...

Me da dolor por la Dra. Gobi que perdió a su bebé por salvar una vida y la otra doctora es una pena que lo sea.


Beso Jan

Doctora Anchoa dijo...

Pobre Dra Gobi. En cuanto a la Dra B, es una pena que no exista un "vocaciómetro", que nos permitiera saber qué médicos ven su trabajo como una vocación y para quiénes es simplemente un empleo.

pseudosocióloga dijo...

Puta realidad.
Al menos han abierto expediente.

Celia dijo...

Me ofrecieron hace un tiempo trabajar en el 061 atendiendo las llamadas entrantes. A mi me hubiera encantado, un compañero de trabajo me dijo que conociendome y habiendo trabajado el alli, sabia que no lo iba a saber llevar.
Ahora entiendo porque.