lunes, 11 de abril de 2011

Abundando en la materia: De parejas y jueputas

Noche de domingo a lunes, pasada la medianoche, una pausa en las tres duras jornadas de cada fin de semana de guardia. Acabada la punta de trabajo que siempre se produce en las horas inmediatamente posteriores a la cena, y antes que empiece la aún más fuerte punta de trabajo de cuando empiezan a despertarse, es el único momento de relativo relax que tendremos en toda la noche. Momento de charlas y confidencias, como el que tienen los médicos en voz alta, rompiendo la quietud silenciosa de la madrugada.

-No creo en el amor para toda la vida, no existe - afirma la Dra. B - El enamoramiento tiene fecha de caducidad, como los yogures. Cuando pasa esa fecha, se convierte en otra cosa. Cariño, ternura... Puede estar bien, no digo que no, pero no es lo mismo.

-¡Pero... pero tú estás casada! Se supone que quieres a tu marido... Y si ya no le quieres, se supone que debieras decírselo, y dejarle - Se indigna el Dr. G

La Dra. B sonríe amargamente, con expresión hastiada.

-¿Que debo querer a mi marido, dices? Te diré cómo hemos pasado este domingo mi marido y yo: Hemos comido juntos, hablando solo para comentar las noticias que iban explicando en el telediario. Después, yo me acosté para dormir la siesta antes de venir aquí, y al levantarme vi que él había marchado sin ni tan siquiera despedirse. No sé ni dónde ha ido, ni si piensa volver. No me cuentes cuentos de Perrault. El amor es una cosa, y el matrimonio otra muy distinta

-¿Cuánto llevas casada? - Quiere saber el Dr. A

-Seis años - responde ella, y su tono de voz parece decir “un siglo”

-Yo con mi mujer estuve siete años - dice el Dr. A - Pero después de la separación, ninguna me ha durado más de tres o cuatro meses…

-Pues qué queréis que os diga, yo sí que creo en el amor – se empeña el Dr. G – No debiéramos renunciar a él, aunque sea solo como ideal, como utopía, como horizonte…

-Ya se ve que no renuncias a encontrarlo, ya – se burla la Dra. B – Que por eso debe ser que estás divorciado tres veces…

No puedo evitar reírme. La Dra. B golpea donde sabe que duele... Me alejo sonriente, camino del Office. Aprovecharé el momento de calma para cenar, si no, después, ya no podré. Me sorprende encontrar a Nuska, que esta noche está haciendo una guardia extra, cortando un pastel de yema tostada en diez porciones iguales con precisión de relojero suizo. “¿Es tu cumpleaños?” Le pregunto. “Ayer” responde ella con voz ahogada y la mirada más triste que recuerdo haber visto nunca en alguien que celebra un cumpleaños. Algo pasa. Noto esa especie de quemazón estomacal que precede siempre a las peores noticias, a las más dolorosas revelaciones. Aparento ignorancia. “¡Vaya, mujer pues felicidades! ¡Qué calladito te lo tenías! Seguro que has tenido muchos regalos, ¿no?... Dime, ¿Qué te ha regalado tu novio?” La mano que sujeta el cuchillo se detiene en seco sobre el pastel. Eleva hacia mí su mirada enrojecida. Está a punto de llorar. “¿No lo sabes?” pregunta entrecortadamente. “¿El qué?” digo yo, y no reconozco mi propio tono de voz.

Deja el cuchillo a un lado y se quita la chaqueta negra de punto. Sobre su piel pálida y lechosa, grandes y profundos moretones manchan sus brazos justo donde la han agarrado violentamente, aún se distingue la forma de las manos. Mientras los miro sin acabar de creer lo que estoy viendo, se sube el bajo de la camiseta para que vea los otros hematomas, más grandes y oscuros, los de los golpes en su barriga. “Pero, ¿Cuándo fue?” “El jueves, ¿No me oíste hablar con Amy?” Niego con la cabeza, apesadumbrado. Se pone de nuevo la chaqueta. “Pensé que lo sabíais todos” dice. Y aún a pesar de todos los pesares, tiene la presencia de ánimo para iluminar el óvalo de su rostro con una media sonrisa.

“¿Por qué?” Pregunto, y sé aún antes de salir la última palabra de mi boca que es una pregunta estúpida, pues nada lo justificaría. Nuska se sienta a mi lado, con la derrota reflejada en sus tristes y dulces ojos verdes. “Pues porque le dije que no me mintiera más, que lo sabía todo, que me había engañado, que me había robado, dónde y con quién se había gastado mi dinero, en fin, lo dicho... Ni siquiera se lo recriminé, ¿sabes? Solo quise que lo admitiera de una vez, porque él seguía negándolo”. “¿Y entonces…?” Suspira, hace un gesto vago con las manos, y esta vez la sonrisa queda en intento. “Entonces se cabreó, y me dio una paliza”.

Las lágrimas afloran a su rostro. Lágrimas negras de maquillaje corrido y de pena negra y de negra rabia como la que siento crecer en mis entrañas. La abrazo, apartando su melena rubia ceniza, y ella se recuesta contra mi hombro, casi dejándose caer. Siento su cuerpo menudo y quebradizo temblando contra el mío de ira, dolor y nerviosidad. Dejo que se desahogue. Pasan unos minutos, se repone un poco, y me da las gracias con un gesto. Incorporándose, aparentemente más animada y resuelta, se limpia la cara con un kleenex y toma en sus manos con sumo cuidado la bandeja de cartón con el pastel de yema tostada cortado en porciones. “Ya pasó, Jan, eso fue el jueves y hoy es domingo, y es mi cumpleaños, y ese cabrón no me lo estropeará. Vamos a celebrarlo...”. Y sí, lo celebramos, aunque todos lo sabíamos, aunque nadie tenía cuerpo para demasiada fiesta. Brindamos con cava. Comimos el pastel. Adornamos nuestros rostros de cartón piedra con falsas sonrisas pintadas. Estoy seguro que todos estamos pensando en lo mismo, esperando en silencio que lleguen las ocho de la mañana para marchar cada uno a su casa. Así nos vemos, con aspecto de comitiva fúnebre, cabizbajos y cariacontecidos. Me apuesto lo que sea que ninguno de nosotros dormirá bien mañana.

10 comentarios:

Madame dijo...

hay... que feo pasarte el cumple así... pero bueno de todo toca en esta vida... que te digo... ya no sé ni que pensar ni que opinar, este tema esta ya bastante jodido...
besos y abrazos Jan, nos estamos leyendo...

pseudosocióloga dijo...

De verdad que lo tuyo es mucho, yo necesitaría recopilar historias de toda mi vida para contar lo que tú te tropiezas en una sola semana.
A todo esto ¿sigue con él?.

EriKa dijo...

Se que es fácil hablar, pero es el momento de romper con todo antes de que la próxima, que vendrá seguro, no sea peor que esta.
Poco consuelo te puedo dar, solo que tengas un buen día o noche.

Besitos.

la reina del mambo dijo...

Que difícil es consolar a alguien en un momento así.
Que fácil hablar si no sufres ese trato.
Un beso

Anónimo dijo...

Yo con el tema del maltrato... me afecta demasiado. Podría decir mil cosas pero es que... ni puedo.
Tiene la actitud de ser fuerte y decir que ese cabrón no le amargará, espero que le haya denunciado.
Un saludo Jan...

Alondra dijo...

¡Hola! gracias por la visita, me has dado la oportunidad de conocer tu ventana, escribes de forma clara; un tema tan duro no tiene un ápice de morbo pero llega y la piel se eriza...
He tenido suerte, tengo un buen compañero de viaje por este valle de lágrimas, el amor cambia con los años pero creo que si cuidamos el respeto y la comunicación puede perdurar.
Hay muchas formas de malos tratos, las mujeres también pueden ser maltratadoras psicológicas hasta tal punto de humillar y hacer perder la seguridad del hombre.
Quizás los casos más sangrantes sean los que comentas, donde el macho abusa de su fuerza física, lo que más me duele es que una mujer cuando le levantan la mano por primera vez disculpe, sin darse cuenta que se abrió la veda. Hay que cortar con esa relación, no resignarse y pedir ayuda donde sea necesario.
Nadie debe permitir ser víctima del abuso y soportar todo con tal de mantener la familia unida, a la larga este comportamiento destroza la vida de toda la familia.
Si me encontrara con un caso similar al que describes le diría:
¡Deja de ser víctima! deja atrás el miedo y el peligro, valórate a ti misma, termina con los abusos y las humillaciones. Eres única e irrepetible y la vida aún puede darte mucho y bueno...
Saludos afectuosos

Co dijo...

Dios Mío! Cuánta violencia! PObre chica/mujer, qué tristeza. Imagino que no seguirá con ese cerdo hdp! Estuviste muy bien con tu actitud, aportaste un granito de arena para que esa chica lo pasé lo mejor posible.
Y si, todos y siempre estamos esperando volver a casa!

Besos!

juan andrés estrelles dijo...

Es la primera ocasión en que me asomo por tu casa y este relato me ha dejado un poco tocado. No solo por su demoledora crudeza que nos recuerda esa espantosa realidad con la que mucha gente convive. Si no por que aun que afortunadamente ya lo dejó y ha rehecho su vida. Una amiga paso por una experiencia similar. En su caso el maltrato era psicológico y no parecía que hubiera forma de hacerla reaccionar. Fueron cinco años horribles para ella y para los que la queremos. Por suerte esa presencia de ánimo de la que siempre había echo gala y que durante todo ese tiempo pareció estar anulada se rebeló al fin. Si no lo ha hecho ya, intentad que esa pobre chica abra los ojos algo así no lo debería vivir nadie. Prometo volver en otro momento, un saludo.

Andri Alba dijo...

Para leer detenidamente después.

Un saludo desde Rep. Dominicana.

Andri

Maria dijo...

Espero que haya tenido el valor y la fuerza para terminar con esa historia y denunciar.

Un abrazo