jueves, 17 de noviembre de 2011

Una escena verdaderamente lamentable

Como cada año por esta época  aumenta la carga de trabajo, con el consiguiente stress. La lluvia casi constante de los últimos días provoca cierta irritabilidad que a su vez eleva el stress, y para acabarlo de arreglar la maldita migración de sistemas iniciada en mi empresa hace ya dos semanas no acaba de funcionar. El nuevo sistema informático y telefónico funciona, sí, mejor que al principio (sobre todo porque cuando lo implantaron no funcionaba en absoluto) tras incontables fallos, caídas e interrupciones y tras varias implementaciones y reinicios. Pero no acaba de ir bien, y aún, de vez en cuando, hace cosas raras. Digo todo esto para pintaros en cuatro pinceladas el paisaje alrededor de lo que voy a contar, sin que nada de lo dicho hasta ahora justifique que dos hombres hechos y derechos, y médicos por más señas, protagonicen la triste historia que voy a relatar.

Noche del martes al miércoles, sobre las dos de la madrugada. El turno está siendo “movido” para ser día laborable, mucha fiebre, mucho moco, mucho padre primerizo y muchos niños con pocas ganas de ir al colegio al día siguiente… Nada que no pase cada temporada otoño / invierno, pero la acumulación cansa igualmente. Hay también muchas solicitudes de traslado interhospitalario, que parece que no haya camas disponibles en ningún centro. Los recortes se notan, esas plantas cerradas, esa disminución de horas de guardia de ciertos especialistas… Y lo que te rondaré morena. Nos espera un invierno de aúpa, preveo, y no quiero ser agorero.

De pronto, el Dr. F me indica que “algo raro” pasa en su ordenador. Raro, sí, pero habitual: Por algún motivo que los informáticos aún no han logrado descifrar, a veces algún terminal, como en este caso el del Dr. F, se auto bloquea, sin que nada justifique este hecho. Simplemente, deja de funcionar, sin avisar. Y lo malo es que, cuando eso  pasa, ya no se puede volver a usar el terminal de marras, porque ya no deja de ninguna manera volver a reiniciarle ni con el mismo ni con otro usuario distinto. Y, para colmo de males, el usuario que estaba en sesión en el terminal bloqueado queda también bloqueado a su vez, de modo que el Dr. F no tiene más remedio que iniciar un estúpido periplo por todas las posiciones habilitadas para médico en la Sala, probando una a una en cual le deja conectarse y a ver con qué usuario, que con el suyo personal no, ese ha quedado “pillado” en el terminal bloqueado. Genial. Nos quedamos en la práctica con un médico menos, hasta que vuelva a estar operativo el Dr. F, una noche que como os he dicho era especialmente movida. Pero claro, nada de esto es culpa del Dr. F, que pocas ganas tenía él de ir de mesa en mesa como si tuviera el baile de San Vito, a la búsquda de un ordenador que simplemente le permitiera trabajar.

El Dr. S, también de guardia esa noche, es un hombre extraño y problemático ya desde el día que se incorporó al servicio. En palabras, creo que acertadas, de cierta compañera, “roza lo patológico”, y eso que ella no sabe todo lo que este médico hace y dice. Conmigo se lleva bien, quizás porque somos paisanos, oriundos de una zona próxima, en la provincia de León. Pero en general ha dado muchos problemas, varios Jefes de Guardia no lo quieren en su equipo, y no son pocas las veces que ha sido llamado a orden al despacho del Director Asistencial. Estoy seguro que solo el aumento de la carga de trabajo y la falta de médicos veteranos para hacer frente a ese trabajo le mantiene en la nómina de la empresa.  Pues bien, el Dr. S, viendo las evoluciones del Dr. F, que lleva cosa de media hora encendiendo y apagando ordenadores sin que ninguno le haya permitido entrar, conectarse y ponerse a trabajar, sufre uno de sus bruscos, repetidos, famosos y temibles “cruces de cables” y le suelta a viva voz:

-F., ya que no estás haciendo nada, más que pasearte,  te podías acercar hasta la gasolinera y traernos unos cafés…

El Dr. F ya se las había tenido tiesas varias veces con el Dr. S, con quien comparte guardia martes alternos, y, aunque normalmente es más calmado, aquel rebuzno extemporáneo del Dr. S le pilló en mal momento, cabreado como una mona con el tema de no poder trabajar porque el sistema de marras no le dejaba acceder. Se puso en pie con agilidad felina, caminó a toda prisa hasta situarse frente al Dr. S y le respondió con sequedad:

-Mira, S., para decir esas bobadas, más valdría que le dieras otro uso a la boca. Dobla la espalda, a ver si te puedes chupar tu propia polla.

El Dr. S, sin decir nada, se puso en pie casi de un salto. Faltaba poco para que pasaran de las palabras a las manos, era evidente, y la veterana Dra. Simona, que hacía de Jefa de Guardia, y yo mismo, nos pusimos entre ambos, Simona exigiendo al Dr. S que se sentara mientras yo, agarrándole por el brazo, alejaba al Dr. F de ese rincón de la Sala.

La sangre no llegó al río, pero os podéis imaginar lo divertida que fue el resto de la noche, la tensión en el ambiente, el mal rollo… La Dra. Simona ha pedido al Director Asistencial que no vuelvan a coincidir los dos en un mismo equipo de guardia, no al menos de noche, que hay menos gente para hacer de colchón y apaciguarlos, tratando de evitar nuevos agarrones entre ellos, y tal vez males mayores, pero eso significa modificar todos los plannings ya elaborados, que aunque lo parezca, no es fácil.

Ya veremos cómo acaba la historia, de momento os puedo decir que yo, esa noche, sentí tanta vergüenza propia como ajena…

La imagen que ilustra el artículo, una fotografía de Noel Carrión titulada “Pelea de Manos”.

5 comentarios:

Babilonio dijo...

Una escena por desgracia cada vez mas frecuente. No auguro nada bueno.

Paciencia, suerte.

pseudosocióloga dijo...

Que nivel Maribel.

Mi casa de juguete dijo...

Uff...no se respira buen ambiente!

Lakacerola dijo...

Mejor desconectar a la salida del trabajo si no....

la MaLquEridA dijo...

De pena ajena como bien dices, se supone que ellos tendrían que comportarse pero ya se ve que no, en fin.


Un abrazo Jan.