martes, 8 de noviembre de 2011

Signos de crisis (III)

Lunes, ocho de la tarde. Como tantas otras tardes de los últimos años, voy a buscar a Elma a la salida de su trabajo. Espero, sentado en la misma silla desgastada e incómoda en la que tantos clientes habrán esperado su turno a lo largo del día, que acaben de recoger. Gran Pau, su jefe, baja por la escalera que da a las oficinas, situadas en el piso de arriba, y, echando un vistazo alrededor, se desparrama más que se sienta en la silla de Elma. Un tipo curioso, Gran Pau, tan paternalista con sus empleados, tan duro en los negocios, tiburón entre tiburones, pero no para los suyos, no, nunca, para quien sabe que está de su lado.

-Estoy pensando en comprarme una casa – me dice de pronto.

Gran Pau es así. A veces, inopinadamente, cuenta cosas de su vida. Otras, en cambio, se cierra en banda y hay que sacarle las palabras con tenazas.

-¿Ah, sí? – repregunto, a mi vez - ¿Has encontrado algo interesante?

-¡Ya lo creo! Este fin de semana me presentaron a la dueña, y es una auténtica maravilla…

-¿El qué, la casa… o la dueña?

Gran Pau se ríe con ganas, poniendo ese gesto de niño travieso que ya le conozco, y que le quita unos cuantos años de encima.

-Ambas… Aunque yo, al menos de momento, solo estoy interesado en la casa… Me la ofrecen por ochocientos mil euros, y es una ganga, construirla les costó algo más de tres millones.

No tengo imaginación para visualizar una casa de tres millones de euros, así que mi mente dibuja las líneas inconfundibles del Palacio de Buckingham.

-Peazo casa que debe ser por ese precio, ¿no?

Gran Pau asiente con la cabeza, y se le nota, al describirla, que se le hace la boca agua.

-Un jardín impresionante, piscina cubierta, pista de tenis, mil metros construidos a todo lujo, diseñada por un arquitecto famoso, con ventanas orientadas para aprovechar al máximo la luz solar, suites con baño propio en vez de habitaciones, casa de invitados con tres habitaciones separada de la casa principal…

-¿Y dónde está la trampa? – interviene Elma, que junto a su compañera Lena se han añadido a los oyentes de la vívida descripción – Porque si  vale tres millones y la venden por ochocientos mil, alguna trampa debe haber…

Gran Pau niega con gesto vehemente.

-No, no, trampas no, necesidades… La dueña se quedó viuda hace poco, a principios de año. Un accidente de tráfico, creo. Se ve que el marido gestionaba personalmente todos sus negocios, ella no ha sabido hacerlo igual… Medio año le ha bastado para arruinarse, y ahora está a punto de perderlo todo. De hecho, a finales de mes el banco va a ejecutar una deuda de cuatrocientos mil euros que tiene contraída y que no puede pagar. Vender la casa es el único modo que tiene de saldar esa deuda y poder empezar de nuevo.

-¿La vas a comprar, entonces? – pregunto con verdadera curiosidad

Gran Pau tarda en contestar. Se incorpora y se pone el grueso chaquetón de piel que usa cuando va a conducir la potente moto Harley Davidson con la que a veces viene a Barcelona.

-No lo sé, me lo estoy pensado. Si consigo que baje el precio a seiscientos mil… Entonces sí. Seiscientos  mil es un magnífico precio por esa casa, si después de comprarla la aguanto un par de años, que remonte un poco la crisis, puedo venderla por el triple, y hacer un buen negocio…

-¿Y crees que conseguirás esa rebaja? – pregunta ahora Lena.

Gran Pau sonríe malévolamente

-La viudita está desesperada, y estoy seguro de ser el único interesado. El único, al menos, que puede pagar en efectivo y cuanto antes, como ella necesita. La rebajará.

Ni un atisbo de compasión, solidaridad ni piedad. Nada. Es la ocasión de un buen negocio, y él lo hace con frialdad absoluta. Tiburón entre tiburones, ya lo he dicho al principio. Choca que, siendo así, luego sea como es en otros aspectos de su vida. Pero ya se sabe que el ser humano es por naturaleza incoherente y contradictorio…

Unas horas después, medio tumbados en el sofá de nuestra casa, después de una cena ligerita, veo que Elma, distraída, mira absorta por la ventana del salón.

-¿En qué piensas? – le pregunto.

Se gira hacia mí, con gesto algo triste.

-En la viuda a la que Gran Pau le va a comprar la casa. Lo tenía todo a principios de año, y antes de que acabe lo habrá perdido todo también. ¿Te imaginas cómo debe ser esa casa, cómo debe ser vivir en ella? Si cuando te echan de cualquier sitio que consideras tuyo, aunque sea un piso cutre, ya es una tragedia, no me imagino lo jodido que será tener que irte de un sitio así.

Tiene razón, como casi siempre, pero hubiera preferido no pensar en ello. Ahora somos dos los que miramos, absortos y ensimismados, por la ventana del salón...

5 comentarios:

Maria dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Maria dijo...

Yo también pienso en la dueña y ... en los doscientos mil euros que piensan regatearle. Tal vez sean, para ella, la diferencia entre poder empezar de nuevo o no.

Un abrazo

Fiebre dijo...

Para ser tiburón entre tiburones hay que tener estómago, ya lo creo.
Sabiendo que es para empezar de nuevo, sola, yo hubiera sido capaz de darle 200 mil euros más si me sobraran.
En fin, el sistema capitalista es así. Y los emprendedores que dan trabajo, a la vez te pueden j...vivo. Es todo muy complicado.

Sólo una puntualización: A pesar de que siempre estoy de acuerdo con Elma (ya te he dicho muchas veces que un día te la robo juas), esta vez no me identifico con su pensamiento.
Los problemas son iguales en su magnitud particular para un niño de tres años que para un anciano - me acabas de inspirar una entrada a la que llevo dándoles vueltas un tiempo en mi cabeza-. Con lo que lo mismo es de sangrante dejar tu pisito cutre que un casoplón.
Es dejar tu vida atrás.

Besos...¡cómo me enrollo dios! Se nota que trasteo poco últimamente por estos lares blogueros...

Doctora Anchoa dijo...

Auns, jodida crisis. Perder mi casa creo que es mi mayor miedo ahora mismo, igual que la de la mayor parte de los españoles. Gran Pau será encantador en otras cosas, pero lo que le piensa hacer a esa mujer no tiene nombre.

pseudosocióloga dijo...

Vivo rodeada de tiburones.
Y se pasa mal.