miércoles, 29 de junio de 2011

Cambiarlo todo para que nada cambie

El destino, la providencia o la casualidad han hecho que esta semana, la 26 del año, la que delimita la media aritmética del ciclo anual, sea la semana en que Elma y yo iniciamos, al fin, nuestra vida en común, instalada ya ella en el que fue mi piso de soltero. Adaptarlo, rehabilitarlo, limpiarlo y adecentarlo ha sido casi como reconstruir El Escorial piedra a piedra, sobre todo porque ha coincidido con una época álgida en el trabajo de ambos, y haciéndolo a horas sueltas no se adelanta.

Ahora ya no somos originales ni extravagantes, solo una más de las muchas parejas que conviven more uxorio, aunque sin papeles. Una de esas "comunidades de lecho" que tan poco gustaban a mis envarados profesores de Derecho Canónico. Es un punto de inflexión en mi vida, y en la suya, pero, en cierto modo, es solo cambiarlo todo para que nada cambie. Cambiar una situación económicamente insostenible como era mantener dos viviendas por otra, la convivencia, que nos facilite lo que de entrada queríamos, seguir juntos.

A mi madre el cambio le ha sentado a parir, por supuesto, que cualquier avance en mi relación con Elma le provoca urticaria. Recluída y atrincherada en el pueblo leonés de nuestras raíces, en esa casa solariega que es a la vez su cárcel y su castillo, se dedica a destilar odio, y a lanzar furibundos anatemas contra el mundo, contra la situación actual, contra el paso del tiempo y contra cualquier cosa que huela a modernidad, solo porque no quiere (o no puede) lanzarlos contra mí.

En mi empresa la guerra sigue y sigue, cobrando dimensiones apocalípticas. La última batalla se centra en el intento de una parte de los compañeros de derrocar al Comité de Empresa. Doscientas seis firmas, mayoría absoluta de empleados, bastan para obligar a convocar nuevas elecciones sindicales. Hay quien trabaja intensamente para reunirlas, y quien lucha por impedirlo y que se mantenga el actual status quo. Es una guerra sucia y sin cuartel. Leña para azuzar el fuego de este incendio que, como nadie lo detenga, acabará abrasando la empresa entera...

Lamento la ausencia, os aseguro que no he parado un momento en estas dos semanas, y aunque mi hiperactividad bricolagística (Dice el corrector ortográfico de Word que la palabra es incorrecta. Que se joda...) ha resultado productiva, me ha impedido hacer nada más. Si a eso le sumamos que mi ordenador está en estado agónico y el nuevo (de segunda mano) en reconversión formateadora, ya os imaginaréis... Que sepáis que os he echado de menos. Tengo muchas ganas de volver a publicar, y sobre todo de leeros.

Hasta muy pronto.

7 comentarios:

la MaLquEridA dijo...

A mi me da mucho gusto leerte Jan, me haces pensar en el amor que se tienen tu y Elma y me haces sonreír, me inspiran mucha ternura.


Beso.

Doctora Anchoa dijo...

Enhorabuena por vuestra nueva convivencia, estoy segura de que vais a ser muy felices. Y todo lo demás... cuando pienses en que al volver a casa allí estará Elma será bastante relativo.

Misaoshi dijo...

Felicidades.

Ya ves, es que da gusto leer sobre el amor con Elma que tienes. Es tan... no diré perfecto porque nada es perfecto, pero da envidia (sana).

Me alegro por vosotros.

Y bueno, tu madre... el odio lo destila porque no tiene a nadie cerca a quién amar. Supongo que será eso.

la reina del mambo dijo...

Felicidades por el nuevo estado!!!???
Un beso

pseudosocióloga dijo...

Y nosotros te echamos de menos a ti...bueno yo.

Anónimo dijo...

Bueno la verdad es que da gusto leer como hablas de tu pareja, esto ya es un paso más. En cuanto a tu madre... bueno, puede escupir todo el odio que quiera. Tú serás feliz igualmente.
Besos!!

Onara dijo...

Lo que importa realmente, es aquello que da sentido a tu día a día... y con quien lo compartes.

Creo que eso lo sabes de sobras sin que nadie te lo diga ;-)

El resto... que le den!

A ser feliz que son 4 días!! (me tendría que aplicar el cuento de vez en cuando xDD)

Besote!