El Dr. P, del que os hablaba hace unos días, escucha con gesto pensativo y semblante preocupado los chistes y bromas que el resto del equipo de guardia
contamos entre risas, todos referidos al teórico fin del mundo (O fin de los
tiempos, como dicen los ingleses, que aún da más miedito…) “previsto”, dicho
sea así, entre comillas, para mañana, viernes 21 de Diciembre de 2012.
-¿Qué pasa? – le interpelo, medio en broma, ante su seriedad
– No serás de los que creen a pies juntillas que se aproxima el apocalipsis porque alguien,
ni siquiera se sabe a ciencia cierta quién, haya interpretado a su manera un
calendario maya… ¿O eres de la cuerda del Dr. A…?
A la mención del Dr. A, el Dr. P reacciona mirándome con
reprobación.
-No te rías, Janton. Pronto, el día 22, tendrá problemas
graves, de los que no son para reírse. Precisamente ahora, oyéndoos, pensaba en
él, y en qué pasará el día 22, con qué cara se presentará aquí, y con qué ánimo
aguantará las impertinencias que a buen seguro le dedican…
El Dr. A, auténtico gurú de la teoría del fin del mundo, lleva,
efectivamente, todo el año con la misma cantinela, explicando a quien quisiera
oírle las probables causas del cataclismo, y todos los indicios para él
racionales que le llevaban a la absoluta certeza de que realmente ocurriría. Un
año mostrándonos en los mapas celestes de la página web de la NASA unas
imágenes que solo él parecía ver con claridad, objetos gigantescos acercándose
peligrosamente a nuestro planeta, sin importarle que la propia NASA lo
desmintiera, que ya se sabe que las agencias federales norteamericanas nunca
dicen la verdad… Un año oyendo lo que iba a pasar, según él, y las medidas que
iba tomando para librarse de la catástrofe, desde acumular en su casa todo tipo
de material de supervivencia, hasta comprar varios terrenos rústicos en sitios
estratégicos, todos a pocos kilómetros de Barcelona y uno en cada dirección, oeste,
norte y sur (Al este está el mar), y mandar construir en ellos depósitos
subterráneos de comida no perecedera, para disponer de avituallamiento al huir
de la ciudad, en cualquier dirección que debiera tomar.
-Si realmente se acaba el mundo – reflexiono en
voz alta – todo dará igual. Pero, si como supongo no pasa nada, ¿Cómo crees tú que reaccionará…?
El Dr. P se encoge de hombros, sin dejar su gesto
cariacontecido.
-Alguien normal, se lo tomaría a broma, se reiría de sí
mismo antes que lo hicieran los demás. Pero él no está bien, no
está centrado. Me temo que se altere muchísimo. Al fin y al cabo, ha estado preparándose para este día, dedicándole todo el tiempo y todos los
recursos, durante más de un año. Es fácil que sufra un brote psicótico…
Ahora soy yo el que comparte expresión seria con el Dr. P,
porque sé que lo que dice es cierto. No solo veremos qué pasa el día 21, que seguramente no pasará nada, sino también qué pasa
el día 22 con todos los que se han tomado en serio la profecía apocalíptica…